GURDJIEFF HACIENDO UN MUNDO NUEVO-BENNETT

GURDJIEFF HACIENDO UN MUNDO NUEVO-BENNETT
Creo que es razonable suponer que, durante su permanencia en el monasterio Sarmán, Gurdjieff tomó contacto con el extraordinario sistema de pensamiento que él representa con el signo del Eneagrama. Ya discutiremos el símbolo en un capítulo posterior, pero aquí sólo quiero decir que utiliza las propiedades de los números 3, 7 y 10, de tal forma que su origen caldeo resulta casi seguro. Los sumerios, o posiblemente sus vecinos semíticos, los acadios, fueron los primeros en usar un sistema aritmético basado en los seis primeros números y darse cuenta de que el número siete no se podía acoplar en él. Nos estamos remontando hasta hace cuatro mil quinientos años, cuando, según Gurdjieff, se formó la sociedad Sarmán.
La ciencia de los números, en su sentido más amplio, nació en Mesopotamia y evolucionó por un período de cuatro mil años, desde 2.500 a.C. hasta 1.500 d.C. en que se trasladó hacia el norte, a Sogdiana, la región de Samarkanda y Bokhara. No tendríamos inconveniente en aceptar la hipótesis de que los Sarmán se fundaron en Kish por un acuerdo entre los guardianes de la tradición aria (sumerios) y la semítica (acadios), hacia el año 2.400 a.C., en tiempos de Sargón I. Unos siglos después se fueron a Babilonia y mantuvieron actividad durante el período más glorioso de la historia de Babilonia, que culminó con el reinado de Hammurabi.
Este período quedó en la tradición de Oriente Medio como la Edad de oro de la paz y la justicia. Cuando éste terminó, la Hermandad Sarmán se trasladó a Khorsabad para volver después a Babilonia. La extraña forma de ejercer el poder Nabucodonosor y su caída final puede tener alguna relación con un período en que se rompió el contacto con la Hermandad por envidias de los sacerdotes de Ishtar. Durante este tiempo, tal vez se retirasen los Sarmanes a las montañas y avanzasen aún más cuando Ciro el Grande destruyó el poder asirio e inició un extraño período de actividad espiritual, en el que se produjo el regreso de los israelitas del cautiverio de Babilonia y la promulgación de la “Nueva Ley” (Deuteronomio) y, tal vez, la incorporación de las leyendas de Babilonia, sobre la creación del mundo y del hombre, a las creencias israelitas. Coincide también en esta época el tiempo que pasaron en Babilonia Pitágoras y Epaminondad, dos de los fundadores de la filosofía griega. La dinastía aqueménida, fundada por Ciro fue la primera, desde Hammurabi 1.300 años antes, que tuvo una auténtica base espiritual, aunque, desgraciadamente, a las pocas generaciones no quedaba casi nada de ella. Cuando Cambises, nieto de Ciro, conquistó Egipto en el año 524 a.C. y destruyó el centro de cultura que había existido allí desde milenios, se trajo cautivos a todos los técnicos y artistas que pudiesen serle útiles para enriquecer y embellecer Babilonia.
También trajo sacerdotes y científicos, que en aquél tiempo eran lo mismo, de los que habla Gurdjieff en los capítulos XXIV y XXX de los Relatos de Belzebú. Se desprende una alusión muy significativa donde dice que “la mayor escuela que había en la tierra por aquella época se encontraba en Egipto y se llamaba ‘Escuela de la Materialización del Pensamiento’.” La materialización del pensamiento o la creación de formas de pensamientos es una de las principales técnicas por las que se puede influir en los acontecimientos y transmitir fuerzas a otros lugares y tiempos. Gurdjieff habla de ello en un capítulo anterior relacionada con la Sociedad Akhaldea, que emigró a Egipto. El asirio Hamolinadir, que estudió la inestabilidad de la razón humana, se preparó en la “Escuela de la Materialización del Pensamiento”, pero evidentemente reconocía la inutilidad de adquirir poderes mentales si no se tienen de antemano unas convicciones concretas. Esto da a entender indirectamente que la Hermandad Sarmán tenía una idea más práctica de las necesidades humanas que los sabios egipcios. Esto confirma la tantas veces repetida opinión de Gurdjieff de que ha habido diferentes tipos de escuelas en distintas regiones y desde los tiempos más remotos: “En la India, la filosofía; en Egipto, la teoría; en Asia Central y Oriente Medio, la práctica …”.
Esto no pretende negar la importancia de la encrucijada de las corrientes culturales que se juntaron en Babilonia a la mitad del primer milenio antes de Cristo. Por el contrario, fue momento crítico, en la historia del hombre, cuyos efectos han llegado hasta nosotros. Babilonia siguió siendo el cuartel general de la Hermandad Sarmán, hasta que se dispersó en el 320 a.C. Entonces se fueron hacia el norte de nuevo, para evitar a Alejandro de Macedonia, aquél “vanidoso griego”, como lo llamaba Gurdjieff, y el decadente período helenístico que precedió a la llegada de Cristo. Su papel en el Drama de los Evangelios es un misterio velado, a no ser que los asociemos con los “Sabios de Oriente” del Evangelio de San Mateo.
Parece que Manes, famoso profeta del siglo III (216-276) estaba de alguna forma asociado con la Hermandad Sarmán, ya que, por entonces, según cuenta Gurdjieff, la Hermandad estaba en “Nivssi”, que corresponde a la antigua Nemrod, hoy Mosul. Manes fue una figura tan importante en la transmisión de la sabiduría tradicional que debemos preguntarnos por qué Gurdjieff nunca lo
menciona por su nombre. La enseñanza maniquea se hallaba a todos los niveles. Manes fue el primero en introducir plenamente el arte y la música al servicio de la religión sacramental. La liturgia cristiana creada por Gregorio y su escuela de Capadocia se tomó directamente de las tradiciones religiosas arias, como se ha descubierto en el Avesta. Es probable que Manes formase su liturgia de fuentes mitraicas y cristianas. Sus ideas tuvieron gran influencia, a pesar de su muerte prematura.
Por toda Europa, incluidas las Islas Británicas, podemos encontrar vestigios de la expansión de las ideas maniqueas entre los siglos III y V de nuestra era. Su influencia se extendió por el norte hasta Asia Central, al otro lado del Oxus. Cuando Gurdjieff viajó por estas regiones en 1907, una expedición rusa al centro del desierto de Gobi, descubrió en Turfan una colección de manuscritos atribuidos al mismo Manes o, por lo menos, salidos de su escuela, no he podido conseguir una traducción de estos escritos, que se publicaron en Rusia, pero Gurdjieff tuvo que conocerlos, ya que son muy importantes para su doctrina. Según algunos comentarios que yo he leído, están relacionados con la creación del mundo y tienen importantes puntos en común con los Relatos de Belzebú, especialmente la doctrina de la ayuda recíproca. Ahora escribe Gurdjieff que esta última doctrina fue recogida por un filósofo kurdo en el siglo XV en un viejo manuscrito, escrito por “algún antiguo ser instruido” que plantea la hipótesis de que “con toda probabilidad, hay en el mundo alguna ley de ayuda recíproca de todo lo que existe”. Si este descubrimiento está ligado directamente con la “Asamblea de los Iluminados”, que, como he sugerido, puede representar a la Hermandad Sarmán, tenemos un probable enlace con Manes, que vivió doce siglos antes en el alto Tigris, donde se dice que nació Kurd Atarnakh. Se podrían seguir estas pistas, pero no son evidentes, ni era el propósito de Gurdjieff demostrar nada, sino hacer que el lector busque y piense por sí mismo.
El acertijo que pone aquí ante nosotros sirve para explicar el lugar ocupado por Manes en la tradición esotérica y ver si pudo estar relacionado con la Hermandad Sarmán. Manes declaró que en dos experiencias espirituales, a los dieciséis y a los treinta años, había sido llamado para ser el profeta de Cristo, enviado al mundo para conseguir la unidad de las religiones. Aceptó la doctrina paulina de la redención, pero vio que mucho de lo que tenía vital importancia para la humanidad, en la doctrina de Zoroastro, estaba descartado del Cristianismo. De forma especial, el dualismo entre el mundo material y espiritual, sin tener nada en común, adoptado por los teólogos cristianos a través del pensamiento griego, llevaba evidentemente a un posible colapso de la religión. Manes se dio cuenta de que los israelitas, asumiendo la doctrina del Mesías o Divino Salvador, la han convertido en una expectación, casi política, del Enviado que ha de restaurar el reino de Judá. El error más grave es dividir al hombre, siguiendo la misma base dualista, en inmortal, o alma espiritual, y mortal, o cuerpo físico, este falso dualismo, a pesar de ser obviamente irracional, nunca se ha erradicado de la doctrina cristiana.
Todo esto estaba claro para Manes, que tomó la esencia de la psicología mazdeista y mitraica y logró sacar de ella grandes resultados. Gurdjieff castiga el “dualismo babilónico” con términos que nos recuerdan a Manes. Cada vez encontramos una relación más próxima entre la teoría de la Consciencia de Gurdjieff y la “Llamada desde lo Alto” de Manes, descrita en un manuscrito que se escribió en Egipto, posiblemente de su propia mano. La “Llamada de la Consciencia” es el mensaje enviado por el espíritu bueno, Ahura Mazda, para sacar al hombre de su estado dominante de desilusión.
Por su vida, su doctrina y su ambiente geográfico, podemos suponer alguna relación entre Manes y los Sarmanes, así como por la indicación de Gurdjieff de que existió la sociedad en “Nivssi”, entre los siglos IV y X. En principio, se siguió aceptando el maniqueismo como la religión de la zona comprendida entre Mesopotamia, Irán y el Cáucaso, hasta que se impuso la dominación armenia, desde el siglo VIII hasta el XII.
Otra vez encontramos el fenómeno de asegurar la conservación dividiéndose en tres partes: Parte de la herencia maniquea fue asimilada por el Cristianismo armenio, que por ello presenta tantas diferencias con el occidental. Otra segunda parte emigró al norte y la tercera desapareció, para resurgir después como la comunidad Yezidi y otras sectas que siguen siendo hoy día una fuerza espiritual de la región. El interés que se tomaron por la Hermandad los monjes armenios, cuyos escritos descubrieron Gurdjieff y Pogossianen en las ruinas de Ani, son una buena demostración de que los Sarmanes no estaban considerados como extraños por los cristianos armenios del siglo XII o XIII. Fueron expulsados por los “Bizantinos” que, en tiempos de Paleólogo II, invadieron Asiria y empujaron a los cristianos asirios a las montañas.
Es probable que la Hermandad Sarmán se trasladase en el siglo XII al otro lado del Amu Darya, en la época en que surgió el Khwajagân, con los que deben haber tenido alguna relación. No se cree que se estableciesen en la turbulenta región de Transoxania, arrasada por las guerras durante dos siglos, sino más al norte del Syr Darya, donde hay innumerables cavernas de piedra caliza que han estado habitadas en los últimos diez mil años. Es muy posible que la leyenda que trajo Helena Blavatsky, sobre maestros ocultos que vivían en las grandes cuevas de Asia Central, tenga su origen en historias de la Hermandad Sarmán. Gurdjieff, en Encuentros con Hombres Notables, dice que la Hermandad era “conocida entre los derviches con el nombre de Sarmoung”.
Se nos da otra pista en el nombre del derviche “Bogga Eddin”, por quien Gurdjieff tuvo noticias en Bokhara del monasterio Sarmán; Gurdjieff siempre cambiaba la letra h por la g, ya que no hay h en ruso, armenio ni griego. Bogga Eddin podía ser, por tanto, Bahauddin, más aún; si tenemos en cuenta que el fundador de los derviches Naq’shbandi había nacido también en Bokhara. En Relatos de Belzebú aparece también otro dervhice, llamado Hodje Zaphir Bogga Eddin. Es evidente, que el nombre bien puede leerse Hodje Zafer Bahauddin. La combinación de Hodje, derivado de Khwaja, y Zafer, que significa conquistador, sugiere que Gurdjieff quiere contrastar al visiblemente afortunado Khwajagân con el oculto Sarmán. Las cuevas en que Belzebú encuentra al “último verdadero gran sabio de la tierra”, Khwaja Asvatz Troov, son probablemente las cuevas del Syr Darya, que corre a unas doscientas millas al norte del Amu Darya y es la parte del Turquestán con que Gurdjieff está familiarizado. Como él mismo indica, se puede llegar a ellas a caballo desde Bokhara.
Creo que deberíamos aceptar que Gurdjieff quiere dar en su capítulo “El Derviche de Bokhara” algo de su propia experiencia personal en contacto con una fuente de conocimiento, enmascara esta fuente de varias formas. Primero, en este capítulo del derviche de Bokhara, con un personaje que vive en cuevas al noroeste de Bokhara, y, en el capítulo del Príncipe Lubovedsky de Encuentros con Hombres Notables, con un monasterio al sudeste de Bokhara en la región del río Pyandje, que es un afluente del Amu Darya. Todo este extraordinario país que está por encima de la meseta central donde está Bokhara, Sarmarkanda y Tashkent, es y ha sido, durante mucho tiempo, el lugar de asentamiento de unas comunidades notables. Había una ciudad, llamada Sarmanjan o Sarmanjin, entre Tirmidh y Balkh, que floreció del siglo VII al XIV. Esta es la única referencia que he podido encontrar de un lugar que tenga el nombre Sarman. Fue visitada por viajeros chinos e indios y también es posible que estuviesen aquí los monasterios sarmanes de aquellos tiempos (W. Barthold, Turkestan down the Mongol Invasion, 1958, pp. 73-4). Entre estas comunidades, hay también monasterios o congregaciones que ocupan situaciones favorables, tan lejos del tráfico normal de viajeros y comerciantes que pueden, muy bien, haber permanecido inalterables hasta ahora. Revisando los testimonios que he podido recopilar, tengo que admitir que la auténtica existencia de una congregación con el nombre Sarman o Sarmoun sigue siendo mera especulación; pero eso no invalida la creencia de que ha habido una tradición muy antigua que ha unido diferentes doctrinas y que esta tradición ha estado situada, durante más de mil años, en Turkestán.
Si seguimos admitiendo que ha habido una tradición que estuvo asociada durante mucho tiempo con Asia Central, que de vez en cuando se ha extendido a diferentes partes del mundo por los cuatro puntos cardinales, y que, otras veces, se ha replegado a sus orígenes, tendremos que preguntarnos: “¿Qué es esta tradición?”. “¿Qué ha hecho esta tradición en la historia general de la humanidad?”. Hay que puntualizar dos cosas: primero, la generación de ideas; segundo, la generación de energía.
Voy a explicar la generación de ideas, fijándonos en los años 500 o 600 a.C., cuando se produjo un cambio profundo en el pensamiento, sobre la importancia del hombre como individuo. Ya de antemano se había dicho que la inmortalidad, que sólo daba importancia al alma individual humana, era el privilegio de unos pocos y la mayoría no participaban de ella, esto, que estaba definido con claridad en Egipto, se admitía también en las primeras doctrinas sumerias, es lo que yo llamo Edad Heroica, cuando se creía que había seres en la tierra que ya eran semidivinos, cuyo destino era completamente diferente del de los demás. Estos, por una parte, daba una sensación de seguridad por contar con estos seres que tenían altos poderes y el privilegio capital de comunicar directamente con los dioses. En este sentido, eran los descendientes de los magos o los shamanes que, precisamente en este período, podían establecer comunicación con poderes más altos o espirituales. Pero esta idea podía producir terribles abusos, como sucedió cuando a esta situación espiritual privilegiada se unía un poder político despótico. Se llegó al colmo de inicuidad con los reyes asirios, que dominaron el suroeste de Asia, y, finalmente, con Nabucodonosor y sus descendientes inmediatos, hasta que fueron destronados por los persas, con los que se estableció un nuevo régimen. Es verdad que, mucho antes de todo esto, en tiempos del legislador Hammurabi o de los grandes reformadores egipcios, había edictos que protegían y salvaguardaban el bienestar del individuo pero también sigue siendo verdad que estos favores se concedían como merced del rey, el faraón o el representante de los reyes, que era el único que tenía derechos. El pueblo no tenía ningún derecho; pero, como se encontraban desvalidos por ser de una raza inferior, había una obligación de protegerlos y procurar que no fuesen tratados injustamente. De igual forma que los gobernantes semidivinos concedían esta gracia, la podían derogar, entonces, el gobernante semidivino se convertía en un déspota despiadado, como ha sucedido en muchas ocasiones en todo el mundo.