LECTURA SUGERIDA-CONTINUACION DE LAS ENSEÑANZAS
DE GURDJIEFF-VIAJE A TRAVÉS DE ESTE MUNDO
Se incluyen relatos de las
reuniones con
G. I. Gurdjieff, A. R. Orage y
P. D. Ouspensky
por
C. S. NOTT
El 14 de marzo,Orage me escribió:
“Gurdjieff partió tarde a la noche, dejando tras él un casi desesperanzado y hostil grupo. Él ha dado la impresión como nunca antes, de que solo se preocupa por el dinero y piensa sobre los neoyorquinos bajo esa luz exclusivamente. Por supuesto que no es así, pero me desespero por señalar alguna evidencia que no apoye esto, excepto la evidencia que el ha enajenado tanto a los miembros ricos como a los pobres. No puedo decir hasta el momento que pasara con el grupo de aquí. Gurdjieff espera recibir dinero cada mes, pero primero, no voy a pedir contribuciones para él, y segundo, el grupo no le dará voluntariamente mucho. Me tomará semanas recuperar la confianza de ellos. Pero, el tiempo todo lo cura.
Lo siento, pero no me sorprende que no hayas podido hallar una editorial para el libro “Ejercicios Psicológicos”, y la misma suerte, presumo, le esperará a “Sobre el amor y otros ensayos”. Aun pienso que el último se vendería bien, eres libre de arriesgarte con su publicación. Solo recuerda que no te lo aconsejo, las estrellas no me son favorables en el asunto de la publicación. Gurdjieff no sabía esto, o sino no me habría dejado para publicar una selección de capítulos de Belcebú; como lo hizo. Son cuatro capítulos: -La advertencia al lector, el capitulo uno, Belcebú en América, y el Epilogo -todo cerca de 70.000 palabras. Debo encontrar una editora -si fuera posible- y publicarlo tan pronto como sea posible. ¡Cuánta suerte sería necesaria!
Hoy es el primer día que respiro libremente desde que llegué. Ouspensky es tan malo como Gurdjieff escribiendo, y publicando, -es peor, ya que tiene menos que decir.”
El 10 de abril:
“La parálisis que dejó Gurdjieff no se mejoró aún. Por eso, no he tenido ninguna reunión de grupo. Algo nuevo es necesario, y no puedo imaginar qué, aún menos inventarlo.”
En abril dejé el departamento por el verano y alquilé una casa amoblada en Bovingdon en Hertfordshire. Entonces los negocios me llevaron a New York, adonde llegué pocos días después de que Gurdjieff partiera para Francia. Fui enseguida al departamento de Orage en el parque Gramercy. Varias personas estaban allí, entre ellos, un antiguo amigo de Orage, un dibujante australiano de dibujos animados, Will Dyson. Esa noche, y más tarde de diferentes modos, escuché el relato de la visita de Gurdjieff. Fué durante la visita a New York que el escribió los primeros capítulos de la tercera serie de sus escritos, en los cuales el describe lo que pasó en ese momento y porque. Él también dio algunos ejercicios difíciles para el trabajo interior, algunos sólo para alumnos que hubieran trabajado por largo tiempo y honestamente sobre sí mismos. Como Orage dijo, “Mis ejercicios psicológicos son meras tareas de jardín de infantes comparados con estos, aunque Gurdjieff dijo que los que había dado, eran ejercicios para principiantes.”
Gurdjieff había visto que el grupo de Orage se había atascado como todos los grupos en ese momento. Él decía que cada grupo tiene la tendencia de concentrarse en uno u otro aspecto, entonces el Trabajo se convierte en desequilibrado. Y él le dio a los alumnos algunos grandes choques. Él les dijo, entre otras cosas, que habían llegado a ser “candidatos para un asilo de lunáticos. “Al final de la primera semana de estar con ellos, no sabían si estaban parados sobre los pies o la cabeza. Él había convocado a una reunión justo antes de la llegada de Orage y les dijo que debían firmar una declaración donde constara que ya no tendrían nada que ver con el Sr. Orage, lo cuál por supuesto causó una gran conmoción acerca de lo que deberían hacer. Días más tarde cuando la excitación estaba en su punto máximo, Orage inesperadamente entró a la reunión de Gurdjieff y los alumnos, leyó la declaración y la firmó.
Comenzó a hablar y les dijo que el Sr. Gurdjieff tenía razón y que él mismo había resuelto no tener nada que ver con el Sr. Orage que había sido antiguamente, que el trabajo debía comenzar otra vez sobre nuevos lineamientos.
Orage había muerto a su viejo sí mismo. Un Orage nuevo, más liviano aunque sólido había emergido. Este fue el incidente que hizo que T.S.Matthews y J.G.Bennett muchos años después establecieran que Gurdjieff había “disparado” o alejado a Orage. No conociendo a Gurdjieff, tanto como Orage lo conocía, no se esperaba que ellos pudieran entender.
Algo del mismo tipo había pasado en 1923 con el grupo de Ouspensky en Londres. Pero, mientras que Orage había aprovechado el choque para ascender, Ouspensky no había podido ser capaz y tomó su propio rumbo.
Fue después del regreso de Gurdjieff a Francia en 1931 que Orage fue a visitar a su viejo amigo J.C.Powys, quien vivía en Patchin Place, New York, y cuya hermana había estado en el grupo. Powys le escribió:
Estimado Orage:
Ni mi amigo P. ni yo podemos sacarle de nuestras cabezas. Estamos de acuerdo con que su visita fué el más grande evento del invierno en Patchin Place. Llegamos a la conclusión que cualquiera sea la ambigüedad que hubiera en la naturaleza de su mitología, había algo profundamente correcto en su propia actitud hacia ella. Hay algo tan “artificial”, tan untuoso y engreído en estos Swamis hindúes y maestros esotéricos, semejante a lo que se encuentra en los Científicos cristianos, algo que no es iluminado y que no vibra con los choques de la vida real, algo que parece encarar la vida envuelto en algodones. Nosotros continuamos confundidos en cuanto a lo que esto es, a lo que hace tan diferente su filosofía del resto, lo que es que hace su filosofía tan fresca, natural, vacilante y tumultuosa como todas las actitudes genuinas hacia la vida deben ser, tenues y casi frágiles, con una peculiar clase de humildad en ella -pero no!, no es exactamente frágil, sino agitada, turbulenta e insegura -como dijeron Nietzsche, Unamuno, Pascal y Heráclito. La impresión que dejó fue la de -como Spengler llamaba- un Mago, como lo fueron algunos de los primitivos cristianos o primeros herejes.
Nosotros teníamos fuertemente el sentimiento que a pesar de que sus dioses podrían estar insatisfechos o incluso estar condenándole, su actitud hacia ellos fue curiosamente correcta y plena de iluminación tal como la de Jesús hacia Jehová. Cualquiera que sea su culto de la consciencia, el efecto en sus oyentes es alarmante para la gente como clarividente en ciertas direcciones tanto para mi amigo P. como para mí lo ha sido. Ud. es indudablemente justo al actuar tan humildemente. Ese portavoz de la búsqueda, que cae como plomo en un mar de sal, ese adivinador de los vientres de serpiente, ese buscador taoísta de agua, no solo ha sido negado por romanos y griegos, sino absolutamente negado, o incluso no conocido o escuchado por los estúpidos idealistas-bastardos de gruesa piel de nuestro tiempo. Teníamos la impresión que realmente -¡no se enoje ahora por favor!- Ud. había interpretado el papel de un Santo verdadero ese día. Era un sentimiento muy extraño. Como si hubiera sido alguien con una armadura que sangraba secretamente de sus heridas invisibles. No nos ha convertido a sus dioses, rituales, doctrinas o maestro personales ni en una pulgada ni en una centésima parte de una pulgada. Pero nos impuso o aun impone que aceptemos su temperamento actual, como poseedor de algún extraordinario secreto psíquico (una gran parte de la cual es esta humildad trascendental o lo que pueda ser).
Pienso que hemos sido influenciados por alguna gota de esta virtud o aura o emanación y la hemos usado desde entonces como vara para medir valores espirituales. Es extraordinario. Es el único de los hombres geniales que yo alguna vez conociera, que parece haber conquistado totalmente el orgullo. Y cuando uno piensa cuánta tontería tal orgullo ha hecho a la gente, y cuánto ha arruinado su ser esto, como a Victor Hugo, a D’Annunzio, a Tolstoi, me parece un triunfo de verdadero maquiavelismo del espíritu haber enterrado bajo este gran bloque de cemento de Portland, los maravillosas vetas de la ágata lunar o de la piedra lunar.
Pero pienso que todo está en esa santidad demoníaca, de la cual se ha apropiado de algún modo, por algún truco extraordinario. Aquellos “secretos” de los que dice estaría dispuesto a seguir al diablo mismo con tal de aprenderlos -debemos confesarle- sentimos como de menor importancia comparado con este efecto mágico que “la humildad de la presa” después de todo ha producido en Ud. y la cual es, en sí misma, tal que nos permite sentir, algo del Absoluto y algo infinitamente superior a cualquier fuerza que le haga comenzar en tal camino o que le pueda llevar a tales “secretos” tangibles. No es bueno lo que me está diciendo acerca de que Jesús pensaba que Jehová era tan bueno como Él mismo. ¡Sabemos que Jehová es mejor que Jesús! Pero por supuesto si en el lugar de Jehová pone a la Vida, es verdad que cualquier hombre de inteligencia excepcional como Ud. mismo, puede llegar más cerca de la Vida manteniéndose desnudo como se dice (humildemente desnudo) que enrollándose con aquellas vendas de franela al estilo de Augusto, según dice Suetonius, o incluso usando la armadura orgullosa de Lucifer. Esta es tanto una carta de mujer, mi querido señor, como la de un hombre, por eso su tono particular (dejando fuera las flores), casi “maternal”, la cual sería intolerablemente impertinente de un lector común hacia tan formidable crítico, -filosófico y literario-, pero que es natural e inofensiva ( y nada impertinente ni fría ni d