AFORISMOS DE ALFRED ORAGE

AFORISMOS DE A. R. ORAGE


La Naturaleza, desde cierto aspecto, es la madrastra malvada de los cuentos de hadas, seduciéndonos y usándonos para sus propios fines: la transformación de substancias.

Un rebaño de ovejas existe para el propósito objetivo de proveer carne y lana. Tal vez sobre esto podamos trampear a nuestro destino, aunque entonces serviremos a otro propósito objetivo.

La oveja negra se siente muy extraña entre las otras. Nuestro interés está en el individuo: el rebelde que vislumbra.

La Naturaleza es genio sin sentido común, es el acreedor objetivo de todos los seres vivientes.

El hombre normal es aquel que no sólo ha actualizado sus potencialidades sino que también se ha liberado de su subjetividad.

El verdadero hombre es aquel que comprende por qué vive, para qué sirve su cuerpo y qué es lo que él debe hacer.

El verdadero hombre es aquel que en cualquier circunstancia, es capaz de desempeñar, a discreción, el papel razonable.

Pensad en el hombre “ladino”; trata de estar consciente en todo momento.

El hombre ordinario está a merced de su organismo: de su centro instintivo (impresiones recibidas por los sentidos, de apetitos, inercia, enfermedad); de sus emociones (asociaciones relacionadas con personas y lugares del pasado y del presente, gustos y disgustos, miedo y ansiedad); de su mente (imaginación, soñar despierto, sugestión).

El hombre cree que tiene voluntad: ésta es su ilusión.

Puede ser que el hombre degenere, como las hormigas y las abejas, antes de llegar a su extinción.

El descubrir no más y más cosas, sino la verdad o la verdadera relación entre las cosas, es lo que diferencia a los hombres de los animales.

El conocimiento ordinario es un darnos cuenta de hechos exteriores; la creencia ordinaria es convicción fundada en bases inadecuadas.

La ciencia objetiva es aquella cuyo fin consciente es la investigación del significado y del propósito de la existencia.

El valor de un ser se define según el grado de objetividad alcanzado por él en Fe, Esperanza y Amor.

La escala objetiva de los seres corresponde a su desarrollo interior. En la vida se respeta a la gente por su anormalidad, no por su desarrollo interior o por su grado de razón objetiva.

El ser tiene que ver con el centro emocional y depende del saber (centro intelectual) y del hacer (centro motriz). Es el resultado de la lucha entre lo que afirma y lo que niega. “Un ser es aquel que siente” y, por tanto, debe ser calificado por la gama e intensidad de su sentimiento. Cualquier intento de alcanzar un ser superior de otra manera lleva a un estado psicopático.

Los seres son diferentes según su potencialidad de consciencia.

La ventaja de la terrible desventaja de ser humano es la capacidad de estar alegre -siendo feliz o infeliz- y, al lograr consciencia, de llegar a ser más grande que los ángeles. Al volvernos seres conscientes, somos la mente de Dios; los ángeles son sus emociones.

El patrimonio de todo ser humano es el deseo de tener consciencia de sí, que debería aparecer al alcanzar la mayoría de edad. Más o menos a los 30 años debería surgir un sentimiento del mundo en el que vivimos, el amanecer de la consciencia cósmica. Luego según sus dotes, condiciones, circunstancias, etc., uno debería convertirse en agente consciente en las funciones del cosmos, que es una estructura total de la cual habríamos de tener una relativa comprensión.

Entre el absoluto positivo y el absoluto negativo -Ser y No-ser- está la escala de la existencia, sobre la cual la evolución y la involución suben y bajan. Todo tiene su lugar en esta escala: el hombre está en el tercer lugar a partir de lo más alto, el metal en el más bajo.

El ser humano es el que trabaja con tres centros; el que trabaja con dos o uno es subhumano.

Cada vez que reprimimos el funcionamiento de un centro nos volvemos seres bicerebrales o unicerebrales.

El centro emocional es la dínamo de nuestra vida entera. Contiene nuestros deseos, que nos mantienen en vida a nosotros y a nuestros cuerpos. Los deseos se dan en planos diferentes. El deseo más alto, una vez sentido, no puede ser desplazado jamás.

Los síntomas neuróticos se deben a que los tres centros (intelectual, emocional, instintivo-motriz) no trabajan de acuerdo, están en desarmonía, un centro en un ritmo e intensidad definitivamente diferente del de los otros.

La Razón objetiva es lo inmortal. El esfuerzo que hago para llegar a ser objetivo transforma sustancias que así se vuelven permanentes, inmortales. Adquiero un “Yo” permanente, independiente de las vicisitudes de la vida y atento a un propósito consciente, que permanece a través de alzas y bajas, a través de rachas de buena y mala suerte.

La razón es la suma de las funciones normales de un ser humano, no el razonamiento lógico ordinario o raciocinio. La razón se desarrolla yendo contra los hábitos y la repetición, siguiendo un antojo legítimo: no haciendo lo que hacen los demás.

Ponderar es responder a preguntas desde la esencia y responderlas prácticamente. Un tercio de nuestro tiempo debería ser utilizado en ponderar. Ponderar es asimilación intelectual, pero implica el uso tanto de la mente como de la emoción. El acto de ponderar sólo es propio de un ser.

La contemplación es el contacto con formas mentales legadas por otros seres interesados en la razón objetiva.

El mundo de las ideas está poblado como lo está el mundo de la naturaleza. La capacidad de tratar ideas como si fuesen cosas, de distinguir entre ellas, sería el pensamiento objetivo.

Ninguna aseveración puede ser comprendida sin el esfuerzo de una asimilación consciente: esto conlleva realización.

Realización: cuando lo conocido es sentido con la emoción y la sensación.

La imaginación controlada se convierte en trabajo mental.

La introspección es una forma de locura. Nos es imposible llegar a un juicio sobre nosotros mismos a través de la introspección: este juicio está sociológicamente condicionado.

Razonar es la movilización del centro intelectual, que se compone de órganos definidos: concentración, ponderación, meditación, contemplación. La progresión lógica es la movilización ordinaria del centro intelectual como un todo.

En el cuerpo físico vida es sensación; en el cuerpo astral, emoción; en el cuerpo mental, pensamiento.

Compartimos la razón instintiva con los animales, pero tenemos una clase superior de ella; la razón asociativa funciona de acuerdo con asociaciones verbales; sobre la razón objetiva no sabemos prácticamente nada: sólo puede ser adquirida por medio del Trabajo Voluntario Consciente y el Sufrimiento Intencional.

La razón del hombre ordinario es la razón del conocimiento. La razón del hombre normal es la razón de la comprensión. El conocimiento es temporal, puede cambiar. La comprensión es permanente, inalterable.

La mente es un dragón que recusa contestar con claridad a las preguntas. Hay que matarlo obligándolo a responder con claridad.

No actuamos razonablemente de acuerdo con nuestra razón.
El mero intelectualismo, la mera filosofía, produce monstruos.

Atlántida: la conciencia moral objetiva, sumergida, absorbida en la personalidad. El Trabajo Consciente Voluntario y el Sufrimiento Intencional desentierran la conciencia moral sepultada.

La conciencia moral objetiva es la función de un ser normal; es el representante de Dios en la esencia. Tan profundamente enterrada que permanece relativamente indestructible.

El “puente” en las religiones antiguas significaba el Camino, el Camino del Buda, el Camino de Jesús. “Yo” soy el camino, no quería decir Él mismo, sino aquello a lo que realmente se le puede llamar “Yo”.

Hay un “Yo”, un alma en potencia. Si podemos decir “Yo tengo un cuerpo” con la misma simplicidad con que decimos “Yo tengo un auto”, podremos comenzar a darnos cuenta de que este cuerpo es una máquina transformadora que “Yo” puedo tener. “Yo” tengo una máquina para usar, no significa “Yo” soy una máquina. “Yo” tengo un cuerpo, un organismo mecánico cuya función es la de transformar substancias y energías.

La religión es el estudio y la práctica de la perfección, y se resume en el texto: “Sed perfectos, como lo es vuestro Padre que está en los cielos”.

La religión es un medio para expandir el ser, para ampliar la conciencia. Las religiones pueden limitar la expansión a un solo centro.

Orar es deseo en tres centros, más esfuerzo en tres centros.

Dios es bueno, y Él quiere que se realicen los seres del universo de modo que ellos también puedan gozar de la bienaventuranza y llegar a ser Hijos -que puedan entrar en la psicología del Ser que creó el Mundo.

Dios ha compartido Su sufrimiento con nosotros para que también podamos compartir Su creación. El deseo de vivir de Dios es compartido por todos los seres.

Dios tiene un propósito y es función de los seres normales tratar de comprender ese propósito.

Llegar a ser conscientes de nosotros mismos en nuestra parte más elevada es llegar a ser parte de Dios. Dios es la psique del universo.

En nosotros la psique es el campo de actividad más la forma del campo. Dentro del campo hay tres centros: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

La consciencia es un fenómeno eléctrico que surge de un estado de ser que podemos sentir.

Salvo que podamos “recordarnos” somos completamente mecánicos. La auto-observación sólo es posible a través del recuerdo de uno mismo. Estos son los primeros pasos en la consciencia de sí.

Fe, Esperanza y Amor Conscientes son brotes de la esencia. Fe es confianza, no mera creencia. Esperanza es esfuerzo, no deseo; esfuerzo de que sea así, no simple deseo de que pueda ser así.

La creencia es un lujo; sólo aquellos que tienen conocimiento real tienen derecho a creer; de otro modo, la creencia es sólo una opinión plausible.

El Trabajo Consciente Voluntario es aquello que se hace contra la inercia y lo mecánico del organismo; no por lucro o provecho personal, ejercicio, salud, deporte, placer o ciencia; no por resentimiento, o por gusto o disgusto.

Con el Trabajo Consciente, la individualidad toma el lugar de la personalidad. La individualidad crece de la esencia.

La Encarnación es el habitar consciente del propio cuerpo; la reencarnación no puede ocurrir antes de la encarnación.

Podrás aprender a saber cuándo estás haciendo un esfuerzo conscientemente por la experiencia de los esfuerzos físicos, sobreponiéndote a la inercia interior como si estuvieras empujando contra un yugo.

La individualidad es la consciencia de la Voluntad.

El universo es el cuerpo de Dios. Es la fuerza neutralizante del Sol Absoluto; la
manifestación de la lucha entre las fuerzas positivas y negativas de Dios.

Los planetas son seres inmensos y tienen relaciones entre sí, como la gente. Tienen sus gustos y disgustos, sus tensiones; sienten simpatías o antipatías mutuas.

El tiempo es un perpetuo perecer. Es el enemigo de Dios.

El tiempo es lo más importante después de la consciencia. El flujo del tiempo a través de nosotros nos da la oportunidad de extraer lo que podamos. El tiempo es una corriente triple que fluye a través de nuestros tres centros (intelectual, emocional, instintivo-motriz). Pescamos en la incesante corriente del tiempo: lo que capturamos es nuestro, pero el resto desaparece. El tiempo no espera a que capturemos todo lo que hay en la corriente, pero si capturamos lo suficiente tendremos lo suficiente para formar los cuerpos superiores, y así llegar a permanecer.

El tiempo es la suma de nuestras experiencias potenciales, la totalidad de nuestras experiencias posibles. Vivimos nuestras experiencias en forma sucesiva: ésta es la primera dimensión del tiempo.

Ser capaz de vivir experiencias simultáneamente es añadir otra dimensión, la segunda, al tiempo. El tener consciencia de esta simultaneidad llamamos tiempo sólido, o tercera dimensión del tiempo.

Justo en el momento del tiempo en que podamos decir: “Lo que me está ocurriendo”, estaremos a salvo.

Gurdjieff dice: “El tiempo es el Subjetivo Único”.

Conocernos a nosotros mismos es conocer al universo.

AFORISMOS DE A. R. ORAGE