Así hablaba Belcebú
Todo comenzó con una catástrofe debido a los “calculos erróneos” de algunos miembros de la alta comisión de los archi-ingenieros arcángeles especialistas en el trabajo de creación y del mantenimiento del mundo”. El cometa Kondoor, cuando cruzaba en el principio (primer tiempo) nuestro sistema solar Ors, inesperadamente fue en contra del flamante planeta llamado Earth, (Tierra), y ellos “colisionaron tan violentamente que por ese choque… dos grandes fragmentos fueron despedidos fuera del planeta Tierra y volaron al espacio…”
“Gloria al accidente, casualidad, azar,… la pacífica existencia de este sistema solar Ors fue rápidamente restablecida.” Pero ciertamente se tuvieron que tomar medidas más tarde para paliar la amenaza de subsiguientes e “irreparables calamidades” en una grandiosa escala cósmica.
Este es justo el punto en que nosotros los humanos comenzamos a aparecer en escena. Esta parecería que es la principal razón de nuestro origen (nacimiento-surgimiento) en la Tierra, como “bípedos tetartocósmicos”, era para hacer con nuestra numerosa existencia, las vibraciones, requeridas para el mantenimiento de estos dos fragmentos separados de nuestro planeta, llamados Luna y el largamente olvidado “Anulios”.
Además, temiendo que, al darse cuenta de tal esclavitud por “circunstancias absolutamente extrañas a ellos”, estos bípedos desearían muy pronto destruirse a ellos mismos”, la más alta comisión tuvieron que hacer nuevamente un gran error para paliar con una especial medida, las consecuencias de este “imprevisto o inesperado de lo alto”, que se tornó eventual y circunstancialmente en “un mal doloroso” no solo para este fatal planeta y sus habitantes, sino también para el universo entero.
Esta medida consistía en implantar provisoriamente dentro de los cuerpos de esos infortunados seres, “un órgano especial llamado Kundabuffer”, el que haría que ellos “percibieran la realidad patas arribas”.
Y he aquí su maldición, aun cuando algún tiempo después, este dicho órgano se comprobó que no era ya más necesario y fue efectivamente “removido de sus presencias físicas”, las consecuencias de sus propiedades permanecieron cristalizadas en sus psiquis y fueron transmitidas en su totalidad de generación en generación hasta los más remotos descendientes, en otras palabras, hasta Ud. y yo.
En medio de estas absolutas e inconvenientes consecuencias, Belcebú nos dice, se pueden hallar en ellos, tales incontrolables tendencias como “arrogancia, necesidad de provocar asombro en otros, jactancia, astucia, gula, egoísmo, envidia, odio, imaginación, celos, mentira, agresividad, parcialidad, orgullo, “Sandoor” o desear la muerte o flaqueza de otros, amor propio, auto-importancia, vanidad y otras subsiguientes…
¿Qué pensar de esto? Después de todo, semejante embrollo no es en ningún sentido placentero hasta de inventar ni fácil de digerir, y como concierne a cada individuo, cada uno podría aun vivir esperando encontrar un camino, conservando estos atributos.
Pero está equivocado, muy equivocado; pues tarde o temprano estas “consecuencias” tienen que encontrarse y fundirse. Estas consecuencias tienen que generar otras consecuencias. Así que resulta que las tendencias comienzan a desarrollarse y desarrollan “como las trompetas de Jericó in crescendo”, un periódico y devastador impulso de destruir la existencia de otros similares a uno mismo.” Cada lucha sirve como una creciente escalada, desde el punto de vista de la peligrosidad, y compromete la integridad de todas las especies, y de los humanos.
Esta es nuestra primera aproximación a las ideas de Gurdjieff, como ellas son expresadas en la monumental primera serie de sus escritos: terrible, apocalíptica visión de los hechos del hombre en relación con el Universo, persistente y profunda desilusión del hombre, por sus crecientes perdidas de control, propensos a los delirios del exterminio de sí mismo, su suerte o destino es desordenado y nuevamente desordenado, más y más.
Penosa perspectiva, si hubiera alguna. Todas nuestras creencias en las capacidades humanas para el progreso continuo, toda nuestra anticipación de encontrar un mejor mundo, están en brusca contradicción.
Pero habíamos sido advertidos por Gurdjieff, designando a sus “Relatos de Belcebú” como una “critica objetiva imparcial de la vida del Hombre” en la cual su ostensible propósito era, “destruir sin piedad en la mentalidad y sentimientos del lector, las creencias y puntos de vista que por centurias se arraigaron en él, acerca de todas las cosas existentes en el mundo.”
Así que entonces, es para nosotros. Debemos renunciar a ir más lejos, volver atrás con esta espantosa visión y tratar de no pensar más en eso. Después de todo, esta no es la primera vez que llegamos casi a descubrir la verdad de la real situación del hombre, los profetas advirtieron a sus oyentes nuevamente por mera casualidad: “¡cuidado, esto no es fácil de tomar! Si Uds. no están realmente, endemoniadamente sedientos, mejor que se olviden, se abstengan…” ¿Ahora, están Uds. tan sedientos? ¿Realmente son capaces de tragar, aguantar esto? Nosotros estamos así advertidos de un nuevo peligro. ¡No ser crédulos! Mirar cuidadosamente, no tomar nada por garantizado, esperar antes, asegurarse por sí mismos y así lleva tiempo, mucho tiempo, tal vez toda nuestra vida.”
¿Son así tan pacientes? Hoy en día, todas las cosas nos incitan a estar apurados.
La aceleración manda todas nuestras funciones, si nosotros no queremos mantenernos así, si realmente tratamos y somos pacientes, definitivamente iremos contra la corriente. ¿Estamos listos? ¿Somos realmente conocedores de nuestra situación y vamos a tratar con suficiente audacia? (¿Esperanza audaz?) Parece un desafío. ¿Vamos simplemente a aceptar la cosmogonía de Belcebú como divina?
Pero primero de todo, ¿quién es Belcebú según Gurdjieff?
¿El dios hebreo de los vuelos? ¿Uno de los lugartenientes de Satán? ¿El socio del archi-astuto Lucifer? Nada de eso. Cuando él era joven, “debido a su extraordinaria e ingeniosa inteligencia, Belcebú había sido tomado al servicio en el Sol Absoluto”, la parte más central de nuestro gran universo “como un servidor de lo Alto”. Y él no tenía nada en común con el Caos del principio, pues era el más vehemente defensor del orden. Así vehementemente, tuvo que ser lo que le parecía “ilógico” “en el manejo del mundo” y “teniendo el apoyo de sus camaradas, interfirió en algo que no era para nada de su incumbencia, con tanta impetuosidad, que él causó en el Reino Central del Megalocosmos, casi una revolución.”
Como resultado, fue desterrado con todos sus seguidores al más remoto rincón del mundo –llamado por nosotros sistema ORS- (OuR Sun, nuestro sol) donde tuvo que pasar muchos “años” de acuerdo a un cálculo objetivo del tiempo (en otras palabras, una buena cantidad de nuestras centurias) en sincero arrepentimiento por su falta, antes que el Todo Misericordioso, en consideración de sus invaluables servicios, le otorgara su clemencia y lo llamara de regreso de su exilio.
Debemos admitir esto: ¿Esta historia no suena como un llamador secreto en nosotros? Incluso si esto no encaja con nuestras previas ideas acerca de la demoniaca figura, evoca algo acerca de los usuales prejuicios: una impresión de tacita comprensión y también con respecto de sus actitudes, como si nosotros nos sintiéramos solidarios con él, primero en su sincera indignación y su inmadura pero imperativa necesidad de servir, que el sentía como muy justa. Su honestidad al reconocer su culpa y la total aceptación de expiar por ella.
“Errores de juventud”, debemos pensar. Pero ahora que él es como un veterano, alguien lleno de experiencia, ¿estaremos listos para sentarnos al lado de su nieto Hassein, y prestarle atención con un mayor y genuino interés?
El abuelo Belcebú habla y su tono de voz suena tan natural, tan convincente, que nosotros caemos fuerte y simplemente bajo su hechizo y nos olvidamos de nuestras previas circunspecciones.
Pero el viejo narrador esta alerta, como si nos observara fijamente y notara nuestras moderadas reacciones y tomara las medidas correspondientes.
Como cuando no habíamos advertido la exageración o alguna deliberada insinuación, tan obviamente ignorada; por ejemplo, al llamar la atención sobre la “excesiva elevación” de las montañas del Tibet, las causas del cambio de la atmosfera del planeta Tierra, que adquirió una “excesivamente proyectada presencia material”, tanto que en cierto tiempo atrajo la atmosfera de otros planetas o cometas, “y eventualmente originaría amenazantes vibraciones y temblores…” Y este campanilleo como una discreta alarma, cada vez nos advierte que nos mantengamos despiertos. La credulidad, como él dice, es indigna del Hombre.
Por otra parte, nosotros debemos tomar vibraciones más sutiles y penetrantes, aquí y allá, de lo entremezclado en sus enrolladas sentencias, que nos invitan a descubrir algún significado (o intención) más profundo sin que dejemos de comprender lo esencial.
Si, a pesar de la “advertencia amistosa” del autor de no deslizarse a través de estos relatos de la manera como Ud. ya comenzó mecánicamente a leer todos los libros y diarios contemporáneos, sino de una manera especial, con un sentido. Hay suficiente evidencia de principios reales, el también espera de nosotros que observemos con una mejor aproximación o enfoque, las intimaciones de Belcebù, hasta que nosotros seamos capaces de “tratar de escudriñar el quid” de su mensaje.
Eso nos ayudaría para superar nuestra primera impresión de juzgar el fracaso general, de los perpetuos tumbos, de ir de desastre en desastre, ¿y las insuficientes e inadecuadas pruebas, manifiestamente provisorias, de la redención de los errores sucesivos?
Primero de todo, déjenme recordarles que más de un antiguo mito, nos confronta con una muy similar situación: que el verdadero comienzo de algo está perdido. Algo no corresponde, algo está equivocado. El primer nacimiento es un cojo, enano o cíclope, una clase de monstruo que tiene que ser sacrificado o sufrir una metamorfosis, etc…
Estos parecen ser condenados en la verdadera creación. ¿El Gran Demiurgo no puso en peligro el misterioso orden que prevalecía de antemano? Un pequeñísimo cabio en la perfecta unidad de la preexistente armonía, es apta para engendrar toda suerte de perturbaciones, por las cuales, infinitas medidas compensatorias deben ser creadas. Tal es el desconocido acertijo del que nada es manifestado ni “no manifestado” y por lo cual trasciende la inevitable contradicción entre el principio y cualquiera de sus formas de realización.
Pero en los Relatos de Belcebu, nosotros tenemos que habérnosla solo con la escena precedente de la creación externa, cuando nuestro Unieseral y Omnipotente creador, se crea a si mismo, repentinamente confrontado con la lenta pero endemoniada acción del despiadado Heropas, esto es el paso del tiempo, y la disminución de su lugar de Existencia, en el periodo tchutboglitanico (casi Dios tuvo que rezar), y que tuvo que encontrar una posibilidad de alejar tan inevitable fin… Y después de una larga y divina deliberación, decidió crear nuestra presente existencia, el “Megalocosmos”. Como resultado de esta nueva creación, estuvo compelido a cambiar el sistema de funcionamiento de las dos leyes cósmicas fundamentales, llamadas: la Sagrada Heptaparaparshinoj (Ley de Siete) y la Sagrada Triamazikamno (Ley de Tres).
¡Ahora dejemos el reloj! Este es el verdadero punto en su narración, Belcebú da a su nieto una invalorable advertencia, algo que tendría un tremendo significado para nosotros, si somos capaces de descifrarlo, de tomarlo y ponerlo en práctica.