TESTIMONIO DE HARTMANN
El Sr. Gurdjieff cambiaba el arreglo de los cuartos con mucha frecuencia, y entonces todos los
muebles y alfombras se transportaban de arriba abajo… y tanto peor para aquel que había
llegado a apegarse a su ambiente.Pronto empezamos una “Gimnasia Sagrada”. Comenzamos con ejercicios sencillos, y luego seguimos con otros más complicados, de concentración y memoria, que absorbían la atención del hombre entero. Algunos de los ejercicios cansaban mucho y solamente los hombres los ejecutaban. El Sr. Gurdjieff siempre nos exigía el máximo en estos ejercicios, después de los cuales solíamos caer sobre las alfombras como sacos, sin necesitar que nos recordaran relajarnos.
Había un ejercicio en el que todos los hombres tenían que caer en un solo montón y retorcerse
como serpientes, en una maraña de brazos y piernas. De repente, el Sr. Gurdjieff gritaba “alto”
y sacaba a alguien aparte, para que pudiera contemplar el grupo. Creo que ningún escultor ha
tenido la oportunidad de admirar las posturas hermosas, complicadas e inesperadas que
resultaban del repentino “alto”.
Yo hacía la “Gimnasia Sagrada” en aquella época, porque el mismo Sr. Gurdjieff tocaba una
guitarra que había pedido prestada a nuestro arrendatario. Era imposible conseguir un piano.
Él tocaba muy bien, algunas veces melodías que aprendía del método para tocar guitarra.
Luego llegó el tiempo cuando decidió ampliar el programa musical.
Entre los recién llegados, había un hombre que venía de “afuera” por iniciativa propia, y quien más tarde desempeñó un papel importante en nuestra vida. Se comportaba muy bien, era muy modesto, y no pedía ser recibido en el Instituto. Dijo que había venido con la esperanza de encontrar en el Sr. Gurdjieff a su maestro. Era un hombre culto, joven aún, que tocaba muy bien el violín. Me leyó su traducción de Heredia. Se había interesado en ocultismo y magia durante mucho tiempo, y me contó de un experimento que había hecho una vez con la oración del Padre Nuestro.El Sr. Gurdjieff le permitió venir en las noches a la “Gimnasia” y luego a las conferencias. Era muy puntual, seguía siendo muy modesto y para terminar, el Sr. Gurdjieff le aceptó en el Instituto. Este hombre, Schandarovsky, debía ahora tocar el violín, un auténtico Guernarius, para la “Gimnasia”. Un día, me dieron un violín y me dijeron que aprendiera a tocarlo para la noche… Jamás había tocado el violín, pero lo intenté y por la noche toqué acordes en el segundo violín.
Aunque yo era por naturaleza un músico, había pasado años en una escuela militar, y había
llegado a odiar todos los ejercicios físicos que encontraba secos, fastidiosos, deprimentes y
mecánicos. Con el Sr. Gurdjieff, la “Gimnasia Sagrada” nunca era aburrida, sino
completamente nueva, y sentía una finalidad vital en ella. Además había inspiración en el
ambiente, durante el trabajo con él….
Cómo es posible que en tales momentos, nunca se nos haya ocurrido pensar: ¿Por qué se
manifiesta el Sr. Gurdjieff en esta forma? “Les puedo alzar al Cielo en un momento, pero
Uds. pueden caer tan rápidamente como subieron”, nos dijo el Sr. Gurdjieff en Essentuki, y
añadió: “Si el agua no llega a los 100 grados, no está hirviendo.”
De manera que en nuestro desarrollo teníamos que alcanzar el punto de ebullición por nuestra propia comprensión, de otro modo nada sería cristalizado en nosotros; al faltar un solo grado, caeríamos de nuevo .Empezamos también a comprender mejor los papeles de la personalidad y de la esencia. El Sr. Gurdjieff decía con frecuencia: “Lo que es bueno para la personalidad, es malo para la esencia.” Al mismo tiempo, nunca buscaba destruir nada en un hombre, sino poner todo en su sitio. Bajo la máscara de una mala personalidad, el Sr. Gurdjieff se convertía en nuestro tentador. El verdadero sentido de tentación viene de escuelas donde ha sido creado para el Trabajo. A través de tal Trabajo, la esencia de un hombre puede ser desarrollada en una escuela bajo la dirección de un maestro: cuando se hace sufrir la personalidad, esto produce un “fermento”, y uno no debe evitar tal sufrimiento, porque este “fermento”, esta “chispa”, este “fuego” alimenta la esencia.
—”Lo que no es bueno para la personalidad, es bueno para la esencia.”
Todo esto es sumamente difícil, pero el hombre tiene una especie de sentido profundo de que
lo que se le envía, está siempre dentro de su capacidad de soportar. Para aquellos que
verdaderamente desean Trabajar, la actitud tiene que ser de aceptaciónCon el Sr. Gurdjieff teníamos que responder en forma justa a sus exigencias. Esto se torna posible si un hombre está “presente”, si él tiene un sentimiento consciente de Sí Mismo, de “YO SOY”…