Un vecino de Nasrudín fue a visitarlo.
- Mulá, necesito que me preste su burro.
- Lo lamento – dijo el Mulá – pero ya lo he prestado.
No bien terminó de hablar, el burro rebuznó. El sonido provenía del
establo de Nasrudín. - Pero, Mulá, puedo oír al burro que rebuzna ahí dentro – dijo
Mientras le cerraba la puerta en la cara, Nasrudín replicó con dignidad: - Un hombre que cree en la palabra de un burro más que en la mía no merece que le preste nada.
Era una rana que había vivido siempre en un mísero y estrecho pozo, donde había nacido y habría de morir.Pasó cerca de allí otra rana que había vivido siempre en el mar.
Tropezó y se cayó en el pozo. - ¿De dónde vienes? -preguntó la rana del pozo.
- Del mar.
- ¿Es grande el mar?
- Extraordinariamente grande, inmenso.
La rana del pozo se quedó unos momentos muy pensativa y luego preguntó: - ¿Es el mar tan grande como mi pozo?
- ¡Cómo puedes comparar tu pozo con el mar! Te digo que el mar es excepcionalmente grande, descomunal.
Pero la rana del pozo, fuera de sí por la ira, aseveró: - Mentira, no puede haber nada más grande que mi pozo; ¡nada! ¡Eres una mentirosa y ahora mismo te echaré de aquí.
Un discípulo preguntó a Hejasi: Quiero saber qué es lo más divertido de los seres humanos.
Hejasi contestó: “Piensan siempre al contrario”.
- Tienen prisa por crecer, y después suspiran por la infancia perdida.
- Pierden la salud para tener dinero y después pierden el dinero para tener salud.
- Piensan tan ansiosamente en el futuro que descuidan el presente, y así, no viven ni el presente ni el futuro.
- Viven como si no fueran a morir nunca y mueren como si no hubiesen vivido.”
Un hombre fue a Wahab Imri y le dijo:
- Enséñame humildad.
- No puedo hacerlo – dijo Wahab – porque la humildad es una
maestra en sí misma.
Se aprende por medio de su
misma práctica. Si no la puedes practicar, no la puedes aprender.
Si no la puedes aprender, no
quieres realmente aprenderla en absoluto dentro de ti.
Saádi de Shiraz relata esta historia acerca de sí mismo:
-Cuando yo era niño, era un muchacho piadoso, ferviente en la oración y en las devociones. Una noche estaba velando con mi padre, mientras sostenía el Corán en
mis rodillas. Todos los que se hallaban en el recinto comenzaron a adormilarse y no tardaron en quedarse profundamente dormidos. De modo que le dije a mi padre:
- Ni uno sólo de esos dormilones es capaz de abrir sus ojos o alzar su cabeza para
decir sus oraciones. Diría uno que están todos muertos.
Y mi padre me replicó: - Mi querido hijo, preferiría que también tú estuvieras dormido como
ellos, en lugar de murmurar.
El genio, recién liberado le dijo al pescador:
- Pide tres deseos y te los daré.
- Me gustaría – dijo el pescador – que me hicieses lo bastante inteligente como para hacer una elección perfecta de los otros dos deseos.
- Hecho – dijo el genio – ¿cuáles son los otros dos?
- Gracias. No tengo más deseos