A principios de ese año Gurdjieff introdujo “La ciencia del_ Idiotismo” y el ritual de brindar por los idiotas. Al principio parecía
ser una manera de animar las comidas y hacerlas más interesantes. Pero pronto uno se dio cuenta de que aquello representaba algo muy serio y profundo para el estudio de sí mismo y de otros. Gurdjieff usaba el término “idiotismo” en parte en el sentido del griego antiguo y en parte en el del inglés medieval. Hasta la época de Donne, el idiotismo significaba el lenguaje o la lengua propia de un país; el carácter peculiar o el genio de un lenguaje, o una desviación de sus estrictas reglas sintácticas. Donne escribió en 1631: “Es el lenguaje e idiotismo de la Iglesia de Dios el que tiene que ser creído como Artículo de Fe…” En 1440, Capgrave escribió: “Sean honestos como doce idiotas, dijo San Agustín. Se refería a los doce apóstoles, pues ellos eran iletrados”. Jeremy Taylor habla de “Los santos idiotas inocentes o la gente llana y simple del pueblo”. En griego “idiota” significaba persona particular, y alguien que poseía algo propio. Pero Gurdjieff atribuía al término otro significado más profundo. Su comprensión de la psiquis humana era tal que cuando nominaba a una persona con su “idiota” especial parecía casi milagroso, pues daba a los otros una clave para entender el patrón de su comportamiento, aunque a veces a ésta le tomaba mucho tiempo reconocer esto por sí misma. Gurdjieff decía que la ciencia del idiotismo era un espejo en donde un hombre podía verse a sí mismo. No todos tenían derecho a ser incluidos en una de las veintiuna categorías. Aparte de los brindis, durante el trabajo diario podía llamar a una persona idiota, doorak, en el sentido opuesto, queriendo decir que era insensato.
Aunque en el Prieuré había hombres y mujeres “representantes del arte contemporáneo”, como Gurdjieff los llamaba, y del arte en su máxima expresión como lo entendemos, de la música, de la pintura, del diseño, del canto, de la literatura, no recuerdo ni una sola discusión. No porque estuviera prohibido, sino que carecía de importancia comparado con nuestro propósito allí. En el ala oeste había una espléndida biblioteca de paneles de roble, una de las bibliotecas más curiosas que haya conocido: no contenía un solo libro.
El único libro que leí en Fontainebleau fue el Bhagavadgita. En la India yo había conocido a Annie Besant, quien me habló sobre el Gita y la abundante literatura india, de la cual yo nunca había oído. Después, Orage habló de las maravillas del Mahabharata, siendo el Bhagavadgita una de las muchas partes de esa gran obra. Sin embargo, hasta que estuve en el Prieuré y me prestaron un ejemplar nunca lo había visto. Fue una revelación. Lo leí una y otra vez; y desde entonces fue para mí una fuente de ayuda y de iluminación. También me sirvió de introducción al Mahabharata, el cual, efectivamente, leí de principio a fin al menos dos veces.
El Bhagavadgita llegó en un momento en que mi mente y mis sentimientos, gracias al sistema, estaban empezando a abrirse. Mi desilusión con la religión institucional y su moralidad estéril me hizo imposible continuar la lectura de la Biblia. Cuando, tiempo después, libre de las viejas asociaciones, fui capaz de leerla, su enseñanza volvió con toda su simplicidad y profundidad y con I renovada fuerza. Comencé a comprender cosas que hasta entonces habían sido incomprensibles. Proverbios que había oído cientos de veces mecánicamente comenzaron a tener una verdadera I significación. Lo mismo con los proverbios de los maestros chinos, Lao Tse por ejemplo; con la poesía sufí, con las enseñanzas gnósticas, con Sócrates y Platón, y con los Egipcios. En Some Sayings ofthe Buddha2, se encuentra una descripción casi exacta del estado de “Recuerdo de Sí” tal como lo entendemos. La medida de comprensión que fui capaz de obtener de la antigua sabiduría ha sido uno de los resultados del sistema de Gurdjieff.
Reconozco ahora que mucho le debo a la sencilla fe de mi padre. Cuando joven abandonó la iglesia Anglicana y se unió a los Metodistas de Wesley-la religión del hombre número uno que llenó su vida con una especie de felicidad interior- No dudaba que la forma de religión Wesley era la mejor que podía existir, y que al seguirla un día llegaría a las mansiones celestiales. Mi padre era un
Traducido por lí L. Woodward, Oxford, 1925 y 1939.
hombre bueno y sencillo. Yelov, el librero de Encuentros con Hombres Notables, habla de la necesidad de la gente de tener una u otra fe, y que uno no debería tratar de convertirlas a otra fe, puesto que es algo construido en ellas desde una edad temprana. Destruir la fe de un hombre, dice, es un gran pecado. Si un hombre encuentra algo que le dé más comprensión y libertad interior, y acepta esto voluntariamente, es otra cosa.
Gurdjieff era un hombre religioso, al igual que Orage -no ortodoxo, sino en esencia-. Un día durante el almuerzo hablaba acerca de cómo las enseñanzas y la imagen de Jesús habían sido distorsionadas. Dos de las visitantes de aquel día eran inglesas, que hablaban con bastante sentimentalismo sobre “Jesús y su amor”. Gurdjieff dijo: “Odio su Jesús, pobre niño Judío” -con el énfasis puesto en “su”-.
Cenando un día nos dijo: “Una cosa importante. El hombre no puede permanecer por mucho tiempo en un solo estado subjetivo. Muchísimas cosas pueden surgir de un estado subjetivo. Ustedes nunca pueden conocer el estado subjetivo de otro; el estado subjetivo de dos personas nunca es el mismo, pues los estados subjetivos son como huellas digitales, diferentes para cada persona. Y nadie puede explicar a otro su estado subjetivo. Un hombre no sabe realmente porqué está furioso con usted. Usted puede decir, ‘El no está furioso conmigo, su estado está furioso conmigo’. Recuerden esto, y nunca respondan con su interior, lo cual es consideración interna, y no guarden asociaciones de venganza y resentimiento. Los buenos deseos pueden ser efectivos a grandes distancias, y los malos deseos también”.
Había estado escribiendo en el jardín, y vino hasta las mesas donde algunos de nosotros estábamos sentados, fuera del comedor. Empezó a hablar sobre Triamazikamno, la Ley de Tres, de las tres fuerzas, de los tres principios. La única cosa que recuerdo de esta charla fue su referencia a los antiguos Tolositas. Posteriormente, al discutir esto, uno de los alumnos dibujó el diagrama de un símbolo de la catedral de Tolosa. Puede ser visto en algunas iglesias inglesas.
Cuando lo estudiamos, vimos la conexión entre el diagrama y el Credo de Atanasio. El Credo es un discurso sobre la Ley de Tres -al menos la primera parte-y el diagrama es un símbolo de lo que es mucho más antiguo que la cristiandad. Y ahora el Credo tomaba un significado totalmente diferente al significado literal que uno había oído durante la niñez -que todos los que no creían en él, en el sentido de la Iglesia, estaban realmente condenados a sufrir en el infíerno-El Credo dice:
Aquél que quiera su salvación: ante todo es necesario que abrace 1 Fe Católica.
Menos aquél que no mantenga la Fe íntegra e impoluta: éste si duda perecerá eternamente.
Y la Fe Católica es ésta: Que veneremos a un Dios en Trinidad, y la Trinidad en Unidad:
No confundir a las Personas: Ni dividir la Substancia.
Pues hay una Persona del Padre, otra del Hijo: y otra del Espíritu Santo.
Pero el Dios del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es todo uno: La Gloria igual, la Majestad coeterna. Tal como el Padre, es el Hijo: y tal es el Espíritu Santo. El Padre increado, el Hijo increado: y el Espíritu Santo increado. El Padre incomprensible, el Hijo incomprensible: y el Espíritu Santo incomprensible.
El Padre eterno, el Hijo eterno: y el Espíritu Santo eterno.
Y, sin embargo, no hay tres eternos, sino un eterno.