CONVERGENCIAS CON OTRAS SABIDURIAS

La Gran Obra – Vitriolum
Carl Gustav Jung dijo: “El que mira en el espejo del agua, observa primero su propia imagen. El que se mira a sí mismo, se arriesga a conocerse. El espejo no adula, muestra exactamente lo que es reflejado en él, esa cara que nunca mostramos al mundo porque la escondemos detrás de la máscara del actor. Esta es la primera prueba de valentía en el camino interior, una prueba que resulta suficiente para asustar a la mayoría, pues el encuentro con uno mismo pertenece a las cosas poco placenteras, las cuales evitamos mientras nos sea posible proyectar lo negativo al medio ambiente.”
El acrónimo V.I.T.R.I.O.L.U.M., usado el la literatura alquímica, es formado por la expresión latina “Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem Veram Medicinam”, que significa “visita el interior de la tierra, y rectificando encontrarás la joya escondida que constituye la medicina verdadera.”
El alquimista excavando dentro de la tierra constituye el primer paso en el proceso alquímico. La tierra es nuestro propio cuerpo. Ir dentro de la tierra equivale a ir dentro de nuestro propio ser interno.
Estamos invitados a descender al interior de la tierra, dentro de lo subterráneo, dentro de nuestro subconsciente. La tierra es el símbolo del hombre en sentido físico. El hombre necesita concientizarse de su mundo interno, de quién es realmente, de lo que está haciendo, de sus motivaciones, etc. Una vez que la atención es dirigida hacia el interior, un nuevo mundo se abre: el mundo subterráneo de Hades, el oscuro dominio de las sombras y los monstruos.
Este descenso es también llamado “regressus ad uterum”, “el regreso al útero”, un término usado frecuentemente en los círculos iniciáticos. Se trata de un retorno simbólico a un estado primario particular del ser en el cual cada persona carga consigo en su inconsciente colectivo. En lo profundo de cada persona, en la oscuridad de su mente, se encuentran las causas u orígenes de sus acciones. Por lo tanto el “regressus ad uterum” es una condición necesaria para entrar al área iluminada por la luna perteneciente a la muerte y subsecuentemente experimentar el renacer. Terra Mater, la madre tierra, ha sido siempre asociada con el nacimiento, con la conexión entre el hombre y la mujer (el consciente y el subconsciente) de lo cual la nueva vida surge después de la muerte.
Nuestros ancestros practicaban sus iniciaciones en la oscuridad o bajo la tierra, como por ejemplo en cavernas. En Egipto las iniciaciones eran practicadas en las pirámides o en las criptas subterráneas de los templos. En Persia se efectuaban mayormente en las cavernas y los indios americanos las realizaban en tiendas espaciales o en agujeros cavados en la tierra. Los Misterios de Mithra, en la Roma imperial, eran conducidos en templos subterráneos. La iniciación en sí misma estaba simbolizada por la penetración del vientre de la Gran Madre, o del cuerpo de un monstruo marino o un animal salvage.
En la mitología griega, Orfeo descendió al Hades en busca de Eurídice (símbolo de su alma extraviada). La deidad India Krishna descendió a los infiernos buscando a sus seis hermanos (los seis Chakras, siendo Krishna el Chakra de la corona o la cabeza). Existe una leyenda que dice que Jesús descendió al reino de Satán para salvar el alma de Adán ( el hombre puro).
En Alquimia, la entrada al subcosnciente está representada por la entrada a las cavernas, por reportes e historias de viajes al mundo subterráneo o a extraños parajes y zonas del planeta. Otra representación importante es la del Rey que toma un baño. La mente consciente es el Rey y las aguas representan al subconsciente. El bañarse representa la entrada al subconsciente; en términos alquímicos, el individuo es permeado por las aguas (aqua permanens).
Otro símbolo importante es el “conjunctio” (conjunción) o “conceptio” (concepción) que toma lugar primordialmente en el agua, en un manantial o una fuente.
El descenso al subconsciente no es un viaje libre de peligros. En el sentido psicológico puede resultar, por ejemplo, en esquizofrenia. En la mitología el héroe entra al mundo subterráneo para combatir monstruos y demonios. La Gran Madre se le aparece con la imagen de un ser terrible, a menudo como el seño o governante del reino de la muerte. A cambio de su valentía y corage, la Gran Madre, como diosa de la fetilidad, le ofrece gran conocimiento y sabiduría.
En Alquimia, cuando trabajamos con metales (simbólicos), el plomo es usado como material inicial. Los alquimistas dicen que existe un demonio en el plomo que puede ocasional la locura. (Paradójicamente, hoy en día conocemos perfectamente los efectos asociados al envenenamiento por exposició al plomo). Como metal, el plomo se encuentra bajo el dominio de Saturno, el dios de la melancolía, que ocasiona dolencias y visiones diabólicas.
El plomo, como metal menos puro, necesita ser transformado en oro, el metal más puro. En términos generales, plomo significa impureza, el cuerpo impuro, el hombre impuro.
Después de que el alquimista ha penetrado en la tierra, debe rectificar. Qué sigifica esto? Según un texto del Taoísmo moderno: “Por eso Buddha Jou-Lai (Tathagata), en su gran misericordia, ha revelado el método, el trabajo alquímico del fuego y enseñó al pueblo a rectificar su verdadera naturaleza”.
“Rectificando” en el acrónimo V.I.T.R.I.O.L.U.M. significa “volver a lo correcto” en el sentido moral, reinstalar la naturaleza verdadera, la purificación de la emociones negativas. Significa enderezar lo que se ha torcido en nuestras vidas. El alquimista debe purificarse de toda “suciedad”. Debe lavar “el cuerpo” para mejorarlo. Los metales deben purificarse de los elementos “externos, impuros y destructivos”. Los metales deben ser vistos como las emociones humanas.
El Taoísmo enfatiza la importancia de purificar las tendencias egoístas que distancian al hombre de su naturaleza eterna. El hombre que se esfuerza por alcanzar el Tao debe renunciar a la lujuria y a los deseos, tanto carnales como materiales, volviéndose un niño uniéndose al Tao. Es por medio de esta prificación que acontece el renacimiento. Por lo tanto, el alquimista debe mantenerse alejado de las masas y comenzar el proceso de “meditatio”, aunto reflexión, en silencio.
El Budismo también enseña purificación. El hombre puede alcanzar la salvación desconectándose de los objetos materiales temporales que lo alejan del camino verdadero. El hombre observa que la vida es temporal y que en sí misma no resulta satisfactoria. El hombre se encuentra insatisfecho porque sus deseos son ilimitados. Debe romper las cadenas que lo unen a sus deseos, debe liberarse de ellos.
Adentrarse en el subconsciente significa también adentrarse en la consciencia colectiva que todos compartimos. En la mitología griega encontramos a Tartaros, un nombre utilizado originalmente para designar ala totalidad del mundo subterráneo. Tartaros es el mundo psíquico, en la profundidad del hombre donde residen las emociones conflictivas, como el deseo de asesinar y destruir, la sed de sangre, el miedo, el odio, la venganza, el deseo de poder y la melancolía, entre otras. No es fácil admitir esas emociones en nosotros mismos, pero todas ellas tiene residencia dentro de nosotros. Ya que no nos agradan, nos negamos a admitirlas y a ser conscientes de este territorio oscuro. Hemos representado todas nuestras emociones oscuras por medio de el reino de Tartaros. Esta es la herencia humana desde tiempos ancestrales.
La tarea del hombre es la de percibir y responsabilizarse por sus emociones, no reprimirlas, sino cambiarlas y transmutarlas en sentimientos más elevados. La represión encadena al hombre con el mismísimo objeto que intenta reprimir, pero la purificación lo transmuta en elementos positivos, acercándolos a su verdadera esencia. Mientras no nos embarquemos en la Gran Obra, el dolor y la miseria perturbarán nuestras vidas. Debemos enfrentarnos a los monstruos míticos en las profundidades de nuestro subconsciente y llevar luz hasta ellos. Ya que esos monstruos forman parte de lo que es ser humano, no podemos descartarlos, pero podemos controlarlos, dominarlos, aprender de ellos y transformarlos en sirvientes de lo divino. Los monstruos nolo son por sí mismos. Son solamente características de la naturaleza humana que se han distorsionado. Podemos rectificarlas y hacerlas brillar en su belleza original.
Esta tarea no es solamente para iniciados. Es una tarea para los hombres valientes que se atreven a enfrentar la oscuridad de sus almas. Muchos fracasarán y regresarán a casa. El peregrino no se encamina en un sendero fácil, ya que el mundo de los placeres ya no es el suyo. Ha escogido el camino de Arete (Diosa de la virtud), que lo conduce a muchos peligros y por senderos difíciles, en soledad y con hambre, pero eventualmente alcanzará la inmortalidad. Aquel que pierda su vida, la ganará.