EL RASGO PRINCIPAL O FALSO YO 19 enero, 2013 | Categorías: AFORISMOS, AFORISMOS DE CUARTO CAMINO, J.H. REYNER | AFORISMOS, CONSIDERACIÓN EXTERNA, GURDJIEFF EN ACCIÓN

EL RASGO PRINCIPAL O FALSO YO
19 enero, 2013 | Categorías: AFORISMOS, AFORISMOS DE CUARTO CAMINO, J.H. REYNER | Tags: AFORISMOS, CONSIDERACIÓN EXTERNA, GURDJIEFF EN ACCIÓN

EL YO IMAGINARIO
Gurdjieff en acción

Gurdjiefff

EL YO IMAGINARIO

La humanidad sufre de una perniciosa enfermedad llamada «consideración interna», una enfermedad que es tanto más debilitante cuanto que es insospechada; y es llevada a cabo por las actividades de una persona menos reconocida aún llamada «Yo Imaginario».

Laboramos bajo la ilusión de que nuestro comportamiento está controlado por un ser inteligente que lleva nuestro nombre, y al que llamamos yo; pero en realidad este ser sólo está presente muy raramente, pues nuestras reacciones diarias dependen de patrones de asociación, establecidos por la experiencia, a los que el cerebro se refiere automáticamente. Todo suceso pone en juego un pequeño grupo de asociaciones apropiadas que determinan la respuesta, de modo que nuestro comportamiento es realmente controlado por una sucesión de automatismos. Este es un modo efectivo de enfrentarse a la vida. Permite al cerebro tomar decisiones instantáneas sin un calculo laborioso, y sin tener que recurrir a nosotros. En verdad, nos damos tan poca cuenta de la situación que nos identificamos con estos automatismos, llamándole a cada uno Yo, por turno, aunque a menudo no sean ni inteligentes ni consistentes.

Algunas de las asociaciones adquiridas son objetivas y tienen que ver con la adquisición de conocimientos y habilidades de la vida. Forman la base de la Personalidad. Pero hay muchas más que son puramente subjetivas, y que tienen que ver tan sólo con un ser enteramente imaginario, al que desde una tempranísima edad se le ha llegado a considerar como de importancia suprema: y éstas no sólo son inútiles sino un gran obstáculo.

La ilusión de este precioso ser imaginario, de este yo imaginario, crea toda una hueste de asociaciones espúreas, a partir de las cuales se construye una Personalidad Falsa enteramente ficticia. Si pudiéramos verlo resultaría divertido, pero como estamos tan ciegos esto causa un devastador efecto en nuestro comportamiento. Nos obsesionamos con toda una hueste de exigencias innecesarias e inútiles. Nos preocupa lo que otra gente pueda pensar de nosotros.

Hablando estrictamente es solo este falso ser el preocupado, pero no somos lo bastante inteligentes para verlo en dichos términos. Sería mucho mejor que lo hiciéramos. Pero continuamente me pregunto qué pensará la gente de mí, si me he comportado correctamente, si me he comportado honorablemente. ¿Me aprecia realmente la gente? ¿Me tratan con el respeto que se me debe? Pues, después de todo tengo algunos conocimientos y alguna experiencia, y

espero ser tratado de acuerdo con ello. Así que me resiento si no recibo esta consideración. Puedo no expresarlo exteriormente, pero aun me resentiré interiormente. Cuando un inculto vendedor me llama «patoso, me resiento.

Esta es la Falsa Personalidad en funcionamiento, y le lleva a uno a juzgar constantemente a otra gente y a los sucesos. Los juzgamos enteramente en relación con si son lo que yo quiero (esta cosa imaginaria a la que llamamos «yo», claro está). Colocamos todo sentimiento sobre nosotros en este ser imaginario, y nos identificamos completamente con su comportamiento. Empezamos a

echar cuentas en contra de la gente. Si alguien no se comporta del modo que yo quiero, lo tengo en cuenta contra él, y si continuamente deja de hacer lo que yo quiero la cuenta se hace muy grande, tanto que evitare a esa persona en particular. No quiero conocerla, ni a gente como ella.

(No se me ocurre que quizá ellas me encuentren a mí igualmente objetable.)

Echamos cuentas en contra de situaciones, a veces de hace largo tiempo, como por ejemplo la de haber sido castigados en nuestra juventud por algo que uno no hizo. Echamos cuentas contra el tiempo, por llover, cuando las plantas se hallan muy necesitadas de agua. Echamos cuentas contra el Destino (aunque no le demos las gracias cuando las cosas van bien). Vivimos, de hecho, en un estado constante de consideración interior. Considerar significa sopesar o calibrar información; pero nuestras calibraciones son casi siempre en relación con las

demandas de este ser imaginario -este ser tan importante que ha de ser gratificado. Así que nunca estamos en paz.

Podemos quizá observar algunas de las demandas más obvias de la Falsa Personalidad, pero casi siempre justificándolas. Después de todo, decimos, debemos cuidar de nosotros mismos. O nos excusamos diciendo que es simplemente la máquina, como si esto nos absolviera de responsabilidades.

La consideración interior es una sutil enfermedad que constantemente esta

chupando nuestra fuerza en modos insospechados uno de los cuales es lo que Nicoll llama «cantar nuestras canciones». Hay un continuo trasfondo de demandas hechas por la Falsa Personalidad que reunimos en pequeñas canciones y lamentos de desagrado. Si tan sólo hubiera tenido mejores oportunidades cuando era joven. Si tan solo hubiese podido ir a una Universidad.

Si tan sólo mis padres me hubieran entendido mejor. Si tan solo, en cuanto a eso, otra gente me pudiera entender mejor-pues nadie realmente me entiende, no se dan cuenta de que soy una persona muy tímida y apocada pese a lo fiera que parezca mi fachada.

Esta es una canción. Qué cantéis o no esta canción en particular depende de vuestra decisión, pero todos tenemos nuestras pequeñas canciones favoritas, y solemos cantarlas cuando las cosas de la vida empiezan a ir mal. Cuando tenemos que enfrentarnos a problemas de uno y otro tipo, surge una canción adecuada para que rumiemos nuestro desagrado. Hay otras canciones

que no son tan desesperadas, incluso al contrario. Está la canción que dice que somos siempre dignos de confianza. Si alguien me pide que haga algo, se puede confiar en mí para que lo haga.

Hay canciones que dicen: soy una persona honorable y que no acostumbra a decir mentiras. Podéis hallar vuestros propios ejemplos de alabanzas. Tenemos que empezar a ver gradualmente que son bien falsas, y a menudo descaradamente mentirosas; de modo que tal vez lleguemos a cantarlas con menos vociferación, incluso posiblemente sólo de modo ocasional. Este cantar las canciones es el responsable de gran parte de nuestra relación con la otra gente, pues captamos amigos que responden a nuestra canción particular. De lo que no siempre nos

damos cuenta es de que la otra persona comienza a cansarse un poco de esta canción, y que puede mandarnos a paseo algo violentamente y entonces por supuesto se empiezan a hacer nuevas cuentas, y buscamos alrededor nuestro a alguien más sobre quien proyectar nuestras canciones.

Estas canciones, y la charla interna que las acompaña, tienen que ver principalmente con ciertos aspectos predominantes de la Falsa Personalidad a los que Gurdjieff llamaba el Rasgo Principal.

Esta es claramente una característica individual. Para algunos puede ser el engaño, para otros la ansiedad o el temor. Puede ser la codicia o la envidia, y muchas otras cosas que hemos de descubrir por nosotros mismos, aunque esto no sea fácil pues no somos honestos en nuestras observaciones, y echamos a un lado todo aquello cuyo aspecto nos desagrada. Otra gente puede verlo más fácilmente, ya veces podemos aprender de ella.

El Rasgo Principal, no obstante, no debería ser considerado con asco. Si podemos empezar a verlo, sin criticas o sentimientos de culpabilidad, puede convertirse en el punto de la mayor oportunidad, el lugar en el que nuestros esfuerzos por despertar pueden resultar más efectivos. Hace muchos años escribí al Dr. Nicoll quejándome de un problema. Replico: «¿Por qué recibes todo con un lamento? Yo me alegraría; me alegraría de saber que si aprendes a pagar, trabajando sobre el Rasgo Principal, se te darán cosas durante toda tu vida».