LA PLENITUD DEL TIEMPO.
En Ecclesiastés, cuyos primeros capítulos tratan acerca del tiempo, el autor advierte que todo cuanto sucede proviene de la dimensión del Tiempo. Dice: ‘Para todas las cosas hay sazón, y todo lo que se quiere debajo del cielo, tiene su tiempo’. (3-1). La sazón trae la guerra y la paz, el nacimiento y la muerte, agenciar y perder. Debe significar que la calidad del tiempo es diferente día a día. Los acontecimientos yacen en el Tiempo, y a medida que llegamos a ellos, ellos determinan las cosas como ocurre con los campos magnéticos. Las cosas se desplegarán se¬gún sea el acontecimiento y la sazón. Pero nosotros no vemos la vida desde este punto de vista. Pensamos que es el hombre quien crea los acontecimientos. Significa que en las cosas hay tendencias que varían de tiempo en tiempo, y que, por lo tanto, lo probable es que exista algo como una ley de sincronía, o sea que las cosas similares tienden a ocurrir juntas. Nada puede ocurrir a menos que el acontecimiento esté presente. Eclesiastés traza un cuadro del hombre bajo el dominio del tiempo, y para él el tiempo no es una nada, un vacío, sino una estructura de acontecimientos opuestos, a través de los cuales pasa el hombre. En los primeros tres capítulos habla acerca del tiempo, acerca de la recurrencia de las cosas, y, en un muy obscuro pasaje, se refiere a la ‘eternidad en el corazón del hombre’.
Pero podemos hallar indicaciones mucho más claras de que al Tiempo se le considera una dimensión. En los albores del pensamiento hebreo por cierto que se reconocía la extensión del mundo en el Tiempo. El mundo no estaba confinado al espacio de las tres dimensiones en el momento-que-pasa. El sabio norte-americano, Taylor Lewis, del siglo pasado, nunca se cansó de indicar que no entendemos, en absoluto muchos de los pasajes de las Sagradas Escrituras, porque hemos perdido de vista las antiguas concepciones del tiempo. ‘Según la concepción hebrea, el mundo futuro no viene a nosotros y adquiere realidad estando presente, sino que somos nosotros quienes vamos hacia él…. El futuro tiene una existencia tan real como aquélla a través de la cual hemos pasado. En la visión profética, los acontecimientos están ahí, aún ahora mismo…. Acontecimientos que requieren el viaje de las edades antes de que podamos llegar a ellos, son, para el Vidente, cosas pasadas e idas mucho ha’. No cabe duda alguna de que las ideas acerca del tiempo que hallamos en las Escrituras son muy diferentes a nuestras concepciones naturales.
Hallamos en las Sagradas Escrituras algunas frases y expresiones ilustrativas. En el nuevo Testamento vemos que se dice que Dios creó las edades. Es un pensamiento muy extraño. ¿Podemos asir lo que significa? Una edad es un periodo de tiempo. Esto, al menos, es uno de los significados del término griego eón. Es probable que imaginemos que si Dios creó los mundos, creó globos en el espacio en un momento particular del tiempo, mucho ha.
En el Apocalipsis de Ezdras ocurre la frase: preparatum est futurum tempus, o sea: ‘el tiempo futuro preparado está. En otro pasaje de la misma Escritura se indica que la creación del mundo se hizo en todas las partes del Tiempo: ‘Pues hubo un tiempo en la edad eterna cuando Yo proveí para quienes ahora existen’. El texto eslavónico de Enoc dice que toda la humanidad, todas las gentes que existen, unas tras otras, en la sucesión del tiempo conforme a nuestro modo de ver las cosas, ya han sido creadas. (‘Cada alma fue eternamente creada antes de la fundación del mundo’.) Las almas se siembran en el Mundo del Tiempo, desde principio a fin, pues se afirma que para la mente divina todo ya es, todo existe conjuntamente y no sucesivamente. Desde este punto de vista podemos captar algo extraño: que el mundo está desarrollándose, o no, en toda su largura del Tiempo, desde el ‘principio’ hasta el ‘fin’. Se considera que existe en todos y cada uno de los puntos. Esto significaría que la historia está viva, que siempre está viva y cambiando. Significaría que una edad es una cosa viva.
Así fue como Blake vio al mundo: construyéndose o destruyéndose a sí mismo en todos los puntos del tiempo, en extensiones de seis mil años. Dijo que el MUNDO no es una esfera. Y que ‘la proporción de nuestros sentidos’ hacia que pareciese así. El Universo no es un número de puntos separados por inmensas distancias.
En su visión, Enoc lo ve ‘todo desde el principio hasta el fin’. También ve aquello donde el tiempo (tal como nosotros lo experimentamos) ‘ya no es más’. Aquí ‘los tiempos perecen’, y ‘no hay año, mes, o día u hora que no será redargüida’. Se esfuman todas aquellas emociones que pertenecen al tiempo que pasa y que quizás se deben únicamente a la ilusión de la existencia del momento presente. Se dice que aquí no hay ni ansiedad, ni dolor ,ni violencia.
Es sumamente difícil asir esta extraordinaria idea del tiempo. No podemos imaginar la existencia en otra parte del Tiempo, en todas las partes del Tiempo. Nos es virtualmente imposible creer que aquello que, para nosotros yace cientos de años en el pasado pueda, para otros seres, estar en cientos de años por venir.
Semejante perspectiva significa que nuestro fue, nuestro es, y nuestro será son relativos. No hay ni. pasado ni futuro absolutos. ‘Para Dios no hay tiempo. Para El todas las cosas son un todo constante’. (Meykanda, Siglo XIII). Todo está presente. Estamos viviendo en este vasto presente, en uno de sus puntos. No estamos verdaderamente viviendo en el mundo de tres dimensiones, sino en una parte de la historia viva. Uno de los Upanishads describe el trono de Brahma rodeado por ‘los días, los meses, las estaciones, los años, las edades y la indestructible rueda del tiempo que gobierna a todas las criaturas’.
Sebastián Franck (Siglo XVI) dice que la verdadera creación de todos los seres humanos no tiene tiempo. Ya que Dios está fuera del tiempo, crea todas las cosas fuera del tiempo. ‘Reviste nuestra vida como un presente’. Este autor dice que nosotros no podemos comprender el orden fuera del tiempo con nuestra razón natural, pero se refiere a otro principio que llevamos por encima de la razón, y que él llama antihumana. Y lo es, en el sentido en que va directamente contra nuestra comprensión ordinaria y puede entender el orden sin tiempo. Podemos conectar esto con un nivel superior de conciencia.
Todas estas perspectivas apuntan en la misma dirección, apuntan hacia una existencia de todas las cosas en un espacio superior. El espacio que es sin tiempo. Nuestra conciencia ordinaria toca únicamente una diminuta porción de la realidad total en el espacio superior, tal como un espejo que gira reflejará únicamente una parte del panorama que le rodea y !o colocará en un movimiento aparente. Es la proporción de nuestros sentidos lo que pone en movimiento al Tiempo, y así deviene el tiempo que pasa. El espacio superior deviene tiempo. Tal es nuestra perspectiva.
Si pudiésemos detenernos en un momento del tiempo, ‘todo permanecería lo mismo. Nada se movería.
Estos momentos no son desconocidos en la experiencia consciente. Y aun nuestra conciencia ordinaria del tiempo no es siempre la misma. Hay una descripción muy antigua de la detención del tiempo en la que el momento presente se expande y se le siente como algo que existe eternamente.
‘Y yo, José, estaba caminando y no caminaba. Y miré el aire y me maravillé. Y miré los cielos y los vi detenidos, y las aves del cielo no tenían movimiento. Y miré hacia la tierra y vi un plato tendido, y habían obreros junto a él, y sus manos estaban en el plato; y aquellos que masticaban no masticaban, y aquellos que estaban llevándose el alimento a la boca no se lo llevaban, y aquellos que los colocaban en su boca no lo hacían, sino que los rostros de todos miraban hacia arriba. Y he aquí que habían ovejas arriadas y no adelantaban, mas permanecían; y el pastor levantó su mano con el báculo, mas su mano permaneció alzada. Y miré hacia el arroyo y vi los hocicos de los cabritos sobre el agua, mas no bebían. Mas, de pronto, todas las cosas moviéronse siguiendo su curso’. (Los Evangelios Apócrifos).
Esta es la duración sin tiempo. Nuestros momentos humanos nos conducen hacia otros momentos, o al momento siguiente. La conciencia no pasa de un momento a otro, sino que se detiene en un fragmento del Tiempo perdurable.
Nuestro momento humano es una particular medida del Tiempo. Podría ser diferente. Toda la historia del mundo podría ser un momento para algún ser. Las Escrituras dicen que para Dios, mil años son un día. Todo cuanto vemos pasar como una sucesión puede tener, para otra clase de ser, una duración en la que ocurra alguna laya de cambio bastante distinta de la que nosotros vemos. No podemos nosotros ver lo que está haciendo la extensión de todas las cosas en el Tiempo. Una vida, una edad, puede estar cambiando, no en una secuencia de momentos presentes —no me refiero a los cambios de esta especie—, sino como un todo.
Eckhart dice que si alguien ‘tuviese el conocimiento y el poder de reunir el tiempo y lo ocurrido en los últimos seis mil años y todo cuanto ocurrirá hasta el fin del mundo, todo ello aunado en un presente ahora sería la plenitud del tiempo’.
Para otra clase de conciencia, toda la historia de un siglo puede ser un momento o un día.
Pensad en lo que esto significa. Es menester alejarse por completo de la idea del tiempo como algo relacionado a un reloj. Heredamos una medida precisa del tiempo que nos hace ver las cosas como las vemos. Vemos el mundo de cierto modo debido a nuestro mínimo de tiempo. ‘Si hubiesen seres cuya medida del tiempo y cuya percepción no coincidiese con la nuestra, sino que fuese más breve o más larga, el mundo aparecería ante ellos completamente distinto de lo que es para nosotros. Este asunto lo examinó E. von Baer, quien nos demuestra que el mundo fenomenal sufriría una poderosa transformación si cambiase nuestra medida del tiempo y nuestra percepción’. (Du Prel).
Si nuestra percepción cambiase en una dirección, comenzaríamos a ver las líneas del mundo de Minkowski, o sea que, ante nosotros, aparecería otra forma del mundo. ‘Nosotros marcamos un espacio de tiempo según el numero de cambios de la Naturaleza comprendidos en él. Sin embargo, para nosotros su número depende de nuestra celeridad subjetiva de aprehensión, o sea de nuestra congénita escala de tiempo’. (Du Prel: Filosofía del Misticismo). Si nuestra escala del tiempo fuese distinta, necesariamente cambiaría la forma del mundo. Si para nosotros mil años deviniesen un día, la superficie de la tierra nos podría parecer algo similar al movimiento continuo de las olas que, con nuestra ordinaria celeridad del tiempo seria la experiencia de temblores y terremotos divididos por largos intervalos.
En todos sus escritos sobre las dimensiones superiores, Ouspensky pone énfasis, una y otra vez, en el hecho de que nosotros no vemos un mundo simplemente uniforme. (Ver especialmente el Cap. X de Un Nuevo Modelo del Universo). En algunos casos vemos el largo del tiempo de los objetos. Dice que nuestro momento presente incluye el largo del tiempo (el tiempo de vida) de los electrones, y que este es el motivo por el cual vemos la materia sólida. Las diminutas partículas que constituyen la materia llegan a nuestra conciencia ‘únicamente por medio de sus dimensiones del tiempo, de la cuarta, la quinta y la sexta; dicho en otra forma, nos llegan únicamente en virtud de su movimiento y de la repetición de su movimiento’. Nosotros vemos las vidas de estos electrones repitiéndose continuamente. Un electrón no se puede encontrar en nuestro mundo tridimensional.
Du Prel dice que si fuese acelerado el proceso de la naturaleza, con un cambio correspondiente en nuestra medida del tiempo, no nos daríamos cuenta del hecho y no podríamos creer que nuestras vidas son o más largas o más breves de lo que ahora son. Pero la celeridad de la naturaleza y nuestra medida congénita del tiempo deben en realidad ser una y la misma cosa. Con esto significo que nuestra medida del tiempo es lo que hace que la naturaleza nos parezca ser lo que es y como es. Lo que para sí misma sea, ya es otro asunto. Procesos que para nuestra experiencia pueden demorar siglos, pueden bien ser únicamente momentos de su vida.