CONVERGENCIAS CON OTRAS ENSEÑANZAS AUTENTICAS

R. Schwaler de Lubicz (Egiptólogo)
La Inteligencia del Corazón (1956)
Existe una advertencia que debe darse al lector que lee por primera vez el trabajo de R. A. Schwaler de Lubicz donde él usa palabras y formas de pensamiento extrañas para nuestra actual mentalidad racionalizada pero con la intención de describir o, quizás, evocar en nosotros una mentalidad completamente diferente a nosotros mismos, una que pertenezca a los sabios del antiguo Egipto. Y es por esa razón, más que por ninguna otra, que puedan surgir dificultades para nosotros en su lectura. Generalmente, estas dos operaciones mentales complementarias pueden designarse como analíticas (nuestro modo habitual presente) y en un modo analógico antiguo, pero estas palabras deben de ser tomadas en un sentido más profundo que el modo adscripto a ellas en el presente. Los escritos de Schwaler de Lubicz, entonces, actúan como una “sinapsis” entre estos dos polos de la inteligencia, y encuentra que una clara, lógica exposición_ que puede ser su arquitectura, científica o mitológica_ pude bruscamente elevarnos o expandirnos en un inmenso campo-pensante interconectado de una calidad extra racional, en el que múltiples significados simultáneos, que mientras que caen sin cuidado, no podrán ser alcanzados por nuestra mente racional.. Estas fluctuaciones no anunciadas entre nuestros dos modos de conocimiento primarios, es en primer lugar desconcertante, pero si uno persiste (algunas veces sin proponérselo realmente) uno puede obtener destellos de una nueva relación entre el conocimiento interno y el sensorial basado en el análisis externo. Derivado de su extenso análisis de los monumentos Egipcios y escritura hieroglíptica, Schwaler de Lubicz encontró dos formas de pensamiento cualitativamente diferentes habilitando la psiquis humana y así un convincente soporte en la actual investigación del cerebro.
Los experimentos con individuos con daño cerebral reveló una separación distintiva o lateralización de las funciones corticales dando lugar a un área de investigación científica conocida como” mentalidad derecha e izquierda”. El hemisferio izquierdo procesa información secuencialmente, el hemisferio derecho simultáneamente accediendo a varios temas a la vez. El hemisferio izquierdo trabaja en serie; el derecho en paralelo. El hemisferio izquierdo es como una computadora digital, el derecho como una computadora analógica.
Esta localización en el hemisferio derecho de aspectos intuitivos muy altos del pensamiento junto con la capacidad de un patrón no verbal de reconocimiento es congruente con la calidad dominante de la mente en la que, según entendió Schwaler de Lubicz, pudieron haber producido la arquitectura y escritura hieroglíptica de los antiguos egipcios.
Schwaler de Lubicz creía que a través del mito, imagen y geometría proporcional, los egipcios estaban capacitados para encapsular en su escritura y arquitectura los patrones básicos estructurales del universo natural..
Las investigaciones cerebrales revelan que la habilidad musical parece estar también localizada en el hemisferio derecho, especialmente el recuerdo y reconocimiento de tono, armonía y melodía. Estas aptitudes musicales involucran el patrón de reconocimiento auditivo a menudo de naturaleza holística y simultánea, muy distinto del proceso analítico y verbal que está localizado exclusivamente en el hemisferio izquierdo. La separación de lo visual y verbal y lo intuitivo y zonal tiene implicancias más profundas para definir la diferencia entre el conocimiento esotérico y exotérico.
Se ha sugerido que durante nuestra reciente evolución de lo intuitivo, no-verbal sensitivo del hemisferio derecho fue oscurecido por el surgimiento del desarrollo activo del hemisferio izquierdo, hemisferio analítico. Se propone que este desbalance de la representación intracortical de la comunicación debe ser considerada como causa rudimentaria de los conflictos, desórdenes y discrepancias que actualmente prevalecen en nuestra vida intelectual y social.
En este breve trabajo, Schwaler de Lubicz , examina el simbolismo o quizás el método simbólico en general, no desde el punto de vista de nuestro uso contemporáneo de los símbolos como designaciones convencionales, abreviaciones, o como literatura, dispositivo metafórico, sino con el sentido de transmitir un conocimiento supraracional preciso y una visión intuitiva, la cual él argumenta, fue el mayor aspecto de la ciencia antigua.
La actitud simbólica del conocimiento antiguo cultivaba el intelecto extendiendo la atención a todos los fenómenos de la naturaleza como una escritura simbólica revelando las fuerzas y las leyes que gobiernan los aspectos energéticos e incluso espirituales de nuestro universo.
La ciencia moderna, particularmente la física subatómica, tiene, como señaló Schwaler de Lubicz, extendido su conocimiento sobre la materia hasta el punto en que la naturaleza debe ser considerada supraracional (estando más allá de los métodos y formulas racionales). Estos nuevos descubrimientos e ideas, él enfatiza, demandan un nuevo y todavía no encontrado vocabulario, así como un acercamiento radicalmente diferente a la educación y al conocimiento mismo.
Esta visión coloca a Schwaler de Lubicz como una variante con algunos escritores contemporáneos como Fritjof Capra quien, en el Tao de la Física, contempla la posibilidad de que nosotros podemos con los actuales métodos científicos movernos hacia una ciencia con dimensiones espirituales. Schwaler de Lubicz niega esta posibilidad, enfatizando que para lograr una ciencia sagrada se requiere una transformación mental que pudiera alterar considerablemente nuestra relación con el conocimiento y su expresión. Es aquí donde una comprensión de la inteligencia hieroglíptica de los antiguos pudiera asistir al pensamiento contemporáneo para sobrellevar la traba que representan actualmente nuestra percepción y metodología racionales.
Permítasenos aclarar las diferencias en el proceso de simbolización pertenecientes a cada una de estas dos mentalidades, sin dudas el tema subyacente de este libro es el intento de conducirnos desde nuestro modo de lectura rígida, lógica y secuencial, hacia la inmediatez y sentido de identidad avalada por la imagen hieroglíptica. Es a través de la riqueza y exactitud de la escritura hierática antigua que el pensamiento analógico se levanta de lo subjetivo, poético o la introspección personal y hacia una actividad del conocimiento, precisa, comunicable y universal y sobre la cual puede fundarse una ciencia de la naturaleza.
Nos permitimos ampliar esta comparación. Con nuestra forma actual de escritura nosotros usamos arbitrariamente símbolos abstractos formados (nuestras letras alfabéticas) que combinan sonidos memorizados y asociaciones visuales. Estamos entrenados para pensar y comunicarnos a través de este alfabeto, ubicadas en algunos (otra vez memorizadas) grupos o palabras por convención relacionadas a imágenes objetivas en nuestras mentes. Para simplificar, cuando leemos gato, inmediatamente registramos la imagen del gato.
Esta reducción habitual desde una abstracción mental no-objetiva a una imagen delimitada puede verse como una acción inicialmente centrípeta, que ulteriormente dispersa la percepción y conocimiento en una clasificación de factores desconectados. Usamos los números de un modo similar, moviéndolos desde los símbolos abstractos a evaluaciones cuantitativas. Pero la escritura hieroglíptica trabaja en forma opuesta o en dirección centrífuga. La imagen, la forma se concretiza delante nuestro, y podemos expandirla, evocando en el observador preparado un complejo total de abstracciones, nociones intuitivas o estados del ser_ cualidades, asociaciones y relaciones que no pueden ser descriptas o definidas sino es por la experiencia. Un sentir centralizado de unificación. Incluso las palabras más abstractas o filosóficas necesitan ser ligadas a una imagen que se forma de palabras para llegar a convenir un significado que más tarde resulta de éste movimiento expansivo de la mente. Se requiere un método de avistamiento comparable a nuestra facultad de escuchar; uno debe aprender a escuchar la imagen simbólica, permitiéndole entrar en nuestra conciencia, así como un tono musical pudiera directamente resonar en el ser profundo, sin ser bloqueado por la mentalidad superficial. En el momento de una identificación interior y el aspecto tangible de la palabra evocada por el símbolo, tenemos la oportunidad de vivir este conocimiento.
Lao-Tzu nos dice “Por el método hierático simbólico el asunto no es ya traducir cosas en términos sensoriales, sino ponernos en un estado –mágicamente- idéntico al del símbolo-objeto, tanto como volverse pesado con su cualidad de peso, volverse rojo con su cualidad de rojez y quemarse con su cualidad de fuego”
Es así que estos dos procesos mentales revierten la secuencia de movimientos centrífugos y centrípetos.