EL NACIMIENTO DE UNA ESCULTURA
Henri Tracol responde a las preguntas de un periodista sobre su experiencia como escultor
Su primera preocupación es que no se le malinterprete :
… Yo no soy un escultor profesional. No he tomado cursos en ninguna escuela de arte, ni siquiera asistí a un “taller”. Lo único que he recibido son buenos consejos de amigos escultores que me animaron en lo que bien puede llamarse una vocación.
Una cosa es cierta : Tengo el mayor respeto por el oficio , por sus reglas, sus normas , sus requisitos – por las herramientas , la puesta a punto , etc., y sobre todo , respeto la materia , la materia misma , que de ninguna manera debe ser violada , destruida o arruinada , sino por el contrario se la debe llamar a la vida, a su vida propia .
¿Qué podría este bloque inerte y mudo de piedra realmente querer decir? Es como si me estuviera esperando, para descubrir, a través de mí, su verdadera forma. Y cuando me hago esa pregunta otra surge necesariamente: ¿Cuál “yo” quiere hablar? ¿Cuál es el significado de mi presencia en la tierra? ¿Qué sentido puedo encontrar en esta presencia desconocida, este desconocido que soy yo?
Pregunta: Entonces, ¿se puede decir que el arte es conocimiento de sí mismo y , al mismo tiempo que el autoconocimiento es un arte ?
Tracol : Indudablemente . Es un arte, con sus leyes, que no se pueden quebrantar .Pero soy sistemáticamente anti-sistemático. Estoy siempre cuidando de no caer en la trampa de “creer que he comprendido ” sólo porque tomé algunas proposiciones del aire, que no se traducen en experiencia, a pesar de que se unen de una manera muy coherente. Para hablar con mayor precisión, creo que lo más importante es entrar en el estado de la experiencia del nacimiento de una Escultura, de sentir que uno mismo es la materia sobre la que todo tipo de fuerzas están actuando de forma independiente. Lo que me permite ser de alguna manera el escultor de mí mismo, y por lo menos ¿cooperar con las fuerzas que me están dando forma? Si no lo hago, permito que las fuerzas que actúan sobre mí, de alguna manera realicen lo que quieran de mí.
Y sin embargo, algo está llamando dentro de mí mismo. Yo soy esa clase de ser que es, en cierto sentido, invitado a participar en su propia formación. Y tal vez eso es lo que más mantiene mi interés -un interés en el autoconocimiento a través de la experiencia del arte, no un interés intelectual sino de una fuente mucho más profunda, profundamente arraigada…
Pregunta: Este auto-conocimiento, esta inmersión en la experiencia que ha descrito ¿Cómo podría estar relacionada con lo que yo llamo la teoría de la conciencia? ¿Cómo puedo encontrar mi camino aquí?
Tracol: ¡Cómo encontrar el camino de uno aquí! Tal vez toda una vida no sería suficiente para eso. Pero la búsqueda es posible – una búsqueda honesta. Lo que se parezca a una proyección de lo que se piensa por lo que ha sido entendido por la lectura de libros o escuchando a los ” conocedores ” sería hacer trampa. Debo sentirme directamente interesado, asociado o no a un intento de escultura: eso es algo de lo que me doy cuenta de forma muy directa, una y otra vez. Trato de colocarme en cierto lugar con el fin de ser, por así decirlo, más consciente de las fuerzas que pasan a través de mí. Por lo tanto voy a tener una mayor comprensión de su dirección y orientación, adaptarme mejor a ellas, y mejorar mis intentos de ser un buen instrumento, un instrumento consciente.
Aquí es donde el misterio reaparece. ¿Cómo puedo ser un instrumento consciente de las fuerzas que pasan a través de mí y que determinan lo que soy? ¿Cómo puedo ser un artesano con conocimiento de la labor que se está realizando? ¿Cómo puedo hacer esto con un cierto grado de autonomía, de una manera que realmente me hace tratar de percibir lo que se me pide llegar a ser por mi propio derecho?
Haciéndose eco de lo que recién he tratado de expresar, una frase de Elie Faure me ha perseguido desde mi juventud : ” El único hombre que aumenta la masa espiritual de la humanidad es el que posee la fuerza para llegar a ser lo que Es. “
Los silenciosos.
Sería interesante notar que, por lo menos hasta ahora, ninguno de los más cercanos alumnos de Gurdjieff, excepto Ouspensky, ha escrito un libro acerca de él. Lo que importa más a los discípulos es la vida y la continuación de la enseñanza; y eso está lejos de ser una preocupación literaria o histórica. Lo que es realmente prometedor es que hoy el árbol ha dado fruto. Los recuentos escritos volviendo al pasado, conectados con comentarios anecdóticos o aun históricos sobre Gurdjieff, parecen más bien idólatras para aquellos de nosotros que sentimos a Gurdjieff más vivo de lo que jamás estuvo.
Para nosotros, la única verdadera creatividad ejerce una influencia y da testimonio de la vida de una enseñanza. Encontramos mucho más vivo, por ejemplo, el trabajo de aquellos que, porque estaban ligados especialmente a la escritura, trataron de trasmitir lo que entendieron en una forma que fue original y apropiada para ellos. Permítasenos citar acá a A.R. Orage, Jean Toomer, P. L. Travers, y René Daumal, entre otros. Maurice Nicoll también proporciona un interesante ejemplo a través de su intento, particularmente en sus libros El nuevo hombre, (Yug Editorial, México, 2008) y La flecha en el blanco, (Editorial Troquel, Buenos Aires, 1994) de penetrar más profundamente en los evangelios por medio de claves ofrecidas por la enseñanza.
Ciertamente, uno siempre tiene la esperanza de una perspectiva más holística que muestre el lugar de Gurdjieff en relación con las grandes tradiciones. ¿Pero acaso nos salvará de la ambigüedad? Cuando él nos veía perdidos en nuestros tanteos dolorosamente dualistas, justo en el momento correcto, Gurdjieff se dirigía a nosotros, sonriendo, con su expresión taoísta: “Un palo siempre tiene dos puntas… sea como sea que lo tomes”.
HULME