DE PREGUNTALE A GURDJIEFF-NORA SABATER DE LA CATA DE LOS IDIOTAS

DE PREGUNTALE A GURDJIEFF-NORA SABATER
DE LA CATA DE LOS IDIOTAS
A veces, en el transcurso de la comida, el Tolumbashi se levantaba y proponía una cata.
Entonces, todos los hombres debían beber un tercio de su vaso. Las mujeres sólo bebían un
sexto, a menos que hubieran recibido y aceptado la oferta de «beber como un hombre».
Estas cantidades se observaban muy estrictamente. A veces, Gurdjieff pedía incluso a los
asistentes que mostraran su vaso para comprobar que bebían «honorablemente, sin
excederse». Para los nuevos y para los no iniciados, el director decidía por sí mismo, de
manera arbitraria, el instante en que iba a proponer la cata, pero en realidad, uno de sus
deberes consistía en observar a Gurdjieff, el Tamada, muy atentamente, pues sólo daba
sutiles indicaciones, gestos casi imperceptibles, y casi nunca daba indicaciones explícitas o
verbales. Sólo pocas veces, para beneficio de los nuevos, Gurdjieff explicaba que aquel día
debían limitarse a escuchar, pero si otro día querían volver a la mesa, deberían dar al
Tolumbashi una tarjeta con su nombre, su dirección y el grado de idiota que eran.
De hecho, justo antes del comienzo de la comida, el director, que acababa de ser
designado, se precipitaba sobre cada uno para que escogiera su género de idiota. Algunas
veces, Gurdjieff explicaba a los recién llegados:
Existen 21 géneros de idiota, todos dispuestos en series definidas, comenzando por los
numerosos idiotas ordinarios y acabando por un Idiota Único, del cual sólo existe uno en todo el
universo; en consecuencia, todos nosotros debemos escuchar bien y escoger
convenientemente.
Al principio de la comida, el Tolumbashi se ponía de pie, levantaba su vaso y proponía la
primera cata. Algunas veces hablaba en inglés, otras en francés, alemán o ruso, según las
instrucciones de Gurdjieff Cualquiera que fuera el lenguaje, el Tolumbashi comenzaba
siempre: «a la salud de todos los idiotas ordinarios, y a vuestra salud…», y a continuación
nombraba, una a una, a las diferentes personas presentes. Los nombrados debían
«manifestar alguna cosa», en palabras de Gurdjieff, como señal de que comprendían que la
cata de su idiotez era «una cosa seria». Para algunos, las catas eran demostraciones de
fórmulas más largas y rituales diferentes que hacía falta respetar; por ejemplo, cuando
padres e hijos estaban presentes al mismo tiempo, se pedía a estos últimos que se
levantaran y se inclinaran ante sus padres cuando la cata era a la salud de aquellos. En
ocasiones, Gurdjieff añadía alguna cosa a las palabras del director, ya fuera dirigiéndose al
conjunto de la mesa, o a una persona en concreto. La serie de catas comenzaba siempre de
la misma manera: «A la salud de todos los idiotas ordinarios» (grado 1°). Luego seguía la
primera serie de cinco idiotas «variados»