TRANSFORMACION
Todos los que acudièron a Gurdjieff en busca de iluminación, primero encontraron un misterio.El relato de Solita Solano de sus primeros en cuentros con él siempre me resultó interesante, conmovedor y divertido. Ella es una de las personas cuya vida cambió gracias a lo que aprendió con él.
Conocí a Gurdjieff en 1927, Margaret Anderson y Jane Heap me habían invitado a ir con ellas al Prieuré en Fontainebleau, diciendo: ‘No verás allí a un hombre, sino a un millón de hombres en uno’. La magnitud de la perspectiva me entusiasmó, Esperaba conocer a un semidiós, un superhombre de santo semblante y no a este hombre ‘extraño’ y crudo en quien no veía nada extraordinario de no ser por su tamaño y el poder de sus ojos. El impacto que todos esperaban ver en mí, no se produjo. Porla noche escuché una lectura de su alardeado libro. Me aburrió A partir de entonces lo rechacé también intelectualmente, aunque sin mala disposición. Luego, en la sala de ejercicios (cómo me molestó que no se permitiera fumar allí a las mujeres), escuché la famosa música, interpretada creo, por el señor de Hartmann. También rechacé esto, y Prácticamente desde los primeros compases. Alrededor de una semana más tarde, en París acompañé a Margaret y Jane, que todavía no habían desistido de su intento, a un restaurante donde iría el señor Gurdjieff con unos veinte de sus seguidores a comer écrevisses. Me hizo sentar a su lado y durante dos horas murmuró chapurreando en inglés mal pronunciado. Rechacé su manera de hablar, el traje que usaba y su modales para comer; había decidido que en realidad todo en él me desagradaba
Pasaron los años.
En el otoño de 1934, en medio de una miserable crisis, súbitamente supe que desde hacía tiempo deseaba ir a verlo y que él me estaba esperando. Fui a su encuentro y me senté en silencio frente a él.. En ese entonces vivía en el Grand Hôtel, sobre el Café de la Paix -que era su ‘oficina’-, mientras buscaba un apartamento para rentar. El grupo del Prieuré se había disuelto; seguidores a excepción de Elizabeth Gordon que iba a veces al Café. Con tres amigos míos, que también habían conocido al señor Gurdjieff con anterioridad, comenzamos a frecuentar el Café para verlo. A los pocos días nos dio unos capítulos de ‘Belcebú’ para que le leyéramos en voz alta. Y de este modo, como por ‘accidente’, formamos el núcleo de un nuevo grupo que creceria año tras año hasta el fin de su vida.
Después de la muerte de Gurdjieff mucha gente nos preguntó cómo podían acercarse a su enseñanza. ‘Es dificil saber cómo comenzar’, decían. Hay tantos grupos Gurdjieff abora, y muchos maestros que no tienen tiempo para nuevos alumnos; además a menudo tengo la impresión de que existe una especie de esnobismo intelectual en todo esto, y esa sensación me aleja.
Nosotras tuvimos a menudo la misma impresión. Además, habiendo estado tantos años en contacto directo con él, nos era imposible unirnos a alguno de los nuevos grupos Entremezclados. Una vez Solita creyó que era su deber intentarlo y, para contarme su impresión, me escribió lo siguiente:
Había tantos jóvenes inadecuadamente luchadores, y tanta necedad en sus preguntas y comentarios, que era deprimente. Un joven, bastante nuevo, hizo la única observación inteligente: ‘Me parece’, dijo, ‘que la única diferencia entre este grupo y los demás, de orientación religiosa o filosófica, es el Trabajo’.
Todas estas personas, casi todas, son tan incondicionalmente devotas y leales que uno no puede dejar de enternecerse. Pero no hay uno con inteligencia suficiente para penetrar los velos devocionales; no hay una mente como la de Ouspensky o en la misma vena. No combinan lo mental con lo emocional, no lo ponen a trabajar al unísono; quizás lleguen a ser cada vez más buenos pero sin comprender nada verdaderamente transformador.
‘Transformador’ era la palabra clave, y significaba un esfuerzo para desenmascarar la propia personalidad a fin de que la esencia pudiera desarrollarse, considerando ‘personalidad’ a la falsa imagen que tienes de ti, tu ‘actitud emocional hacia ti mismo’. Esta operación se me presenta a menudo en imágenes. La más frecuente es que, vaya donde vaya, estoy siempre arrastrando un saco inmenso. En él está mi personalidad; ese ‘animal que se manifiesta, que se expresó incesantemente durante tantos años, y ahora duerme en el saco, revolcándose débilmente de tanto en tanto movido por sus gustos, disgustos, placeres, rebeldías, alegrías, enojos y obsesiones.
La enseñanza de Gurdjieff acerca de la transformción fue presentada en ciertas ocasiones de la siguiente manera:
Hay un antiguo proverbio ruso que dice: Un jorobado sólo se endereza en la tumba’. Del mismo modo, un hombre debe morir para cambiar. Deseo que ustedes no sean Noentidades. Por eso primero hago que se sientan no entidades. Sólo desde allí pueden comenzar. Conocer la mente no es nada no tiene valor, es necesario un tercer tipo de conocimiento.