ANULIOS

Y así es como Belcebú comenzó su relato:
—Una vez que llegamos al planeta Marte, donde se nos había destinado vivir, comenzamos a establecernos lentamente.
Nos hallábamos todavía completamente absorbidos por la compleja organización de todo lo exteriormente necesario para una existencia más o menos tolerable en medio de aquella Naturaleza absolutamente extraña para nosotros, cuando, uno de los días de mayor actividad, todo el planeta Marte fue sacudido por un violento temblor, mientras poco después se levantaba hasta nosotros un «hedor» tan insoportable que en un primer momento pareció que todo el universo se había mezclado de pronto con algo que sólo podría expresarse como «indescriptible».
Sólo mucho tiempo después de haberse disipado aquel hedor, pudimos recuperarnos, dándonos gradualmente cuenta de lo que había sucedido.
Advertimos entonces que la causa de ese terrible fenómeno no había sido otra que el mismísimo planeta Tierra, que, de tanto en tanto, se acercaba considerablemente a nuestro planeta Marte, y que, por lo tanto, podíamos observar claramente, a veces incluso sin la ayuda del «Teskooano».
Por alguna razón que no podíamos comprender todavía, este planeta —era evidente— había «estallado» y dos fragmentos desprendidos del cuerpo principal habían salido proyectados hacia el espacio.
Te he dicho ya que entonces este sistema solar todavía se estaba formando sin haber alcanzado aún lo que se llama «La Armonía Del Recíproco Mantenimiento De Todas Las Concentraciones Cósmicas».
Supimos más tarde que, en conformidad con esta «Armonía Cósmica General Del Mantenimiento Recíproco De Todas Las Concentraciones Cósmicas», debía funcionar también en este sistema un cometa de los que llamamos ahora de «vasta órbita», que existe todavía y que lleva el nombre de «Kondoor».
Y precisamente este cometa, que acababa de concentrarse, realizaba su primer «paso pleno» por la zona.
Como ciertos Individuos Sagrados competentes nos explicaron más tarde de forma confidencial, la trayectoria del mencionado cometa debía cruzar la línea seguida por el planeta Tierra; pero a consecuencia de ciertos cálculos erróneos de un Individuo Sagrado encargado de las cuestiones de la creación del Mundo y del mantenimiento del Mundo, los tiempos de transposición de estas dos concentraciones por el punto de intersección de sus respectivas trayectorias, coincidieron y, debido a este error, el planeta Tierra y el cometa «Kondoor» chocaron, y con tal violencia, que a raíz de ese impacto, como ya te dije, se desprendieron del planeta Tierra dos grandes fragmentos que salieron proyectados hacia el espacio.
Este choque entrañó tan serias consecuencias debido a que, merced al reciente nacimiento de este planeta, la atmósfera que en otro caso podría haber servido de amortiguador, no se había formado todavía completamente.
Como es natural, nuestra ETERNIDAD fue informado inmediatamente de este desastre cósmico.
Como consecuencia directa de este informe, se envió una comisión completa compuesta por Ángeles y Arcángeles especialistas en la creación de Mundos y en el mantenimiento de Mundos, bajo la dirección del Altísimo Arcángel Sakaki, a este sistema solar de «Ors», desde el Sagrado Absoluto Solar.
La Altísima Comisión vino a nuestro planeta Marte, puesto que era el más próximo al planeta Tierra, instalando allí la sede central de sus investigaciones.
Los sagrados miembros de la Altísima Comisión nos tranquilizaron inmediatamente, informándonos que no había peligro alguno de posteriores catástrofes en gran escala.
Y el Archi-Ingeniero Arcángel Algamatant tuvo la bondad de explicarnos personalmente que lo más probable era que hubiese sucedido lo siguiente:
«Los fragmentos desprendidos del planeta Tierra habrían perdido el impulso impartido por el choque antes de haber alcanzado el límite de aquella parte del espacio correspondiente a la esfera de este planeta y, en consecuencia, de acuerdo con la Ley de la Caída estos fragmentos habrían empezado a caer hacia su cuerpo fundamental.
Pero no podían caer sobre el cuerpo fundamental, debido a que en el ínterin habían entrado bajo el dominio de la ley cósmica conocida con el nombre de Alcance’, a cuya influencia estaban totalmente sujetos; por consiguiente, describían ahora órbitas elípticas regulares alrededor del cuerpo fundamental, exactamente del mismo modo en que este cuerpo fundamental, es decir, el planeta Tierra, describía y sigue describiendo todavía su órbita elíptica alrededor del sol ‘Ors’.
Y así continuará siempre, a menos que una nueva e imprevista catástrofe en gran escala lo desvíe en un sentido u otro.
Gloria a la Casualidad… —concluyó Su Pantemesurabilidad—, la armonía del movimiento del sistema general no fue destruida por este percance y así pudo restablecerse rápidamente una pacífica existencia en todos los planetas del sistema ‘Ors’».
Sin embargo, querido mío, una vez que esta Altísima Comisión hubo calculado todos los hechos disponibles, y también todo lo que podía acontecer de ahí en adelante, llegó a la conclusión de que si bien los fragmentos desprendidos del planeta Tierra podían mantenerse durante cierto tiempo en las mismas posiciones que ocupaban, podían, en razón de ciertos «desplazamientos Tastartoonarianos» sospechados por la Comisión, abandonar en el futuro aquellas posiciones y ocasionar una larga serie de calamidades tanto en el sistema de «Ors» como en los demás sistemas solares vecinos.
Por ello, la Altísima Comisión decidió tomar ciertas medidas a fin de evitar tal posibilidad.
Y resolvieron así que la mejor medida en aquel caso sería hacer que el cuerpo fundamental, es decir, el planeta Tierra, enviara de forma constante a los fragmentos que de él se habían separado, para mantenerlos en su posición, las sagradas vibraciones conocidas con el nombre de «Askokin».
Esta sagrada sustancia sólo puede formarse en los planetas cuando tanto las leyes cósmicas fundamentales que en ellos operan, la sagrada «Heptaparaparshinokh» como la sagrada «Triamazikamno» actúan, como suele decirse, «Unosoparno», es decir, cuando estas leyes cósmicas sagradas que rigen la concentración cósmica se desvían independientemente y también se manifiestan sobre su superficie independientemente, pero claro está que independientemente sólo hasta ciertos límites.
De modo pues, querido mío, que como tal obra cósmica sólo era posible con el asentimiento de SU ETERNIDAD, el gran Arcángel Sakaki, acompañado por otros muchos miembros sagrados de la Altísima Comisión, partió inmediatamente hacia Su Eternidad para rogarle que le diera el asentimiento necesario.
Y más tarde, una vez que los Individuos Sagrados hubieron obtenido la sanción correspondiente por parte de Su Eternidad, para la materialización del proceso unosoparniano y una vez materializado dicho proceso bajo la dirección del mismo Gran Arcángel Sakaki, desde entonces, también en ese planeta, exactamente como en muchos otros, comenzó a surgir lo «Correspondiente», gracias a lo cual los mencionados fragmentos siguen existiendo todavía sin constituir amenaza alguna para el planeta mayor.
De esos dos fragmentos, el mayor llevaba el nombre de «Londerperzo» y el menor «Anulios», y así los llamaron en un primer momento los seres tricerebrados ordinarios que nacieron y vivieron más tarde en ese planeta; pero los seres que a éstos sucedieron, tiempo después, les dieron otros nombres diferentes en épocas diversas y en los tiempos más recientes el fragmento mayor llevaba el nombre de Luna, en tanto que el nombre del menor cayó gradualmente en el olvido.
En cuanto a los seres que allí habitan en la actualidad, no sólo no poseen nombre alguno para este fragmento más pequeño, sino que ni siquiera sospechan su existencia.
Es interesante notar aquí que los seres residentes en un continente de aquel planeta llamado «Atlántida», que pereció tiempo después, tenían conocimiento de la existencia de este segundo fragmento del planeta madre, dándole también el nombre de «Anulios»; pero los seres que habitaron tiempo después en el mismo continente, en quienes habían comenzado a cristalizarse los resultados de las consecuencias de las propiedades de aquel órgano llamado «Kundabuffer» —acerca del cual, según parece ahora, tendré que explayarme todavía con más detalle— empezando a formar parte de sus presencias comunes, también lo llamaron «Kimespai», lo cual significaba para ellos «Nunca Te Deja Dormir En Paz.»
Los seres tricerebrados contemporáneos que habitan la superficie de este planeta peculiar ignoran la existencia de aquel primer fragmento de su planeta, debido principalmente a que su tamaño relativamente pequeño y la gran distancia a que se encuentra, lo hacen completamente invisible a la vista, y también debido a que ninguna «abuelita» les dijo nunca que había una vez un pequeño satélite de su planeta que los hombres conocían y llamaban, etc., etc.
Y en caso de que cualquiera de ellos acertara a verlo por casualidad, mediante el uso de ese pueril juguete que llaman telescopio, seguramente habría de pasarlo por alto, confundiéndolo simplemente con un aerolito grande.
Probablemente nunca vuelvan ya a ver este fragmento los seres contemporáneos, puesto que ya se han acostumbrado completamente a ver sólo lo irreal.
De hecho, en los últimos siglos estos seres se han mecanizado de forma verdaderamente artística, acostumbrándose a no ver nada real.
Así pues, querido nieto, debido a todo lo que dije antes, nacieron en un principio en este planeta Tierra, tal como debían, los que se llaman «Símiles del Todo» o, como también se les denomina, «microcosmos» y además, originadas en estos «microcosmos», se formaron las vegetaciones que reciben el nombre de «Oduristenianas» y «Polormedekhticas».
Más aún; como siempre ocurre, de esos mismos microcosmos empezaron también a agruparse diversas formas de lo que se llaman «Tetartocosmos» de los tres sistemas cerebrales.
Entre estos últimos surgieron en primer término aquellos bípedos «tetartocosmos» a quienes llamaste, hace un rato, «zánganos».
Acerca de cómo y por qué surgen en los planetas, durante la transición de las leyes sagradas fundamentales hacia la «Unosparnia», los «Símiles del Todo», así como acerca de los factores que contribuyen a la formación de uno u otro de estos llamados «sistemas de cerebros eserales» y de todas las leyes relativas a la creación y el mantenimiento del mundo, he de hablarte más adelante, en una ocasión oportuna.
Mientras tanto, sabrás que estos seres tricerebrados nacidos en el planeta Tierra que tanto te interesan, tuvieron en sí mismos, en el principio de las cosas, iguales posibilidades para el perfeccionamiento de las funciones necesarias para la adquisición de la Razón del Ser, que todas las demás formas de «tetartocosmos» existentes en todo el Universo.
Pero más tarde, precisamente en la época en que también ellos, al igual que en otros planetas semejantes de nuestro Gran Universo, empezaban gradualmente a espiritualizarse mediante lo que se llama el «instinto del ser», precisamente entonces, por desgracia para ellos, sufrieron un infortunio que no había sido previsto desde lo Alto y que les acarreó serias calamidades.