DANZANDO CON GURDJIEFF EN SAN PETERSBURGO Y PARÍS Por Anna Butkovsky -Hewitt

En 1922 Gurdjieff llegó a París con un grupo de alumnos (luego de estar un tiempo en Constantinopla), y cómo reestableció su grupo aquí,
dejé mi salón de modas y me reuní con ellos.
Mientras estuve con este grupo, solíamos pasar cada mañana en el gran salón de estudios donde Jacques Dalcroze tenía su escuela.
Nosotros mirábamos algunos de los ejercicios y danzas y, recuerdo una interesante interpretación de una fuga de Bach a cuatro voces
por uno de sus alumnos. El primero, siguiendo la voz principal, se revestía con un vestido rojo metalizado, otra voz llevaba un verde profundo,
una tercera voz en azul índigo y una cuarta voz en un rosa suave, todos danzando a la interpretación de la fuga en el piano.

Gurdjieff arregló con Dalcroze, el uso de la sala con sus alumnos, y todas las mañanas de 10 a 13 horas, inclusive los domingos.. Guardábamos
nuestros vestidos de práctica en un vestidor lleno de placards. Eran túnicas blancas sueltas con gruesos cordones rojos, borlas y campanillas,
y un pantalón ancho de estilo turco u oriental. Cuando estábamos listos, entrábamos a la sala y nos formábamos en seis filas de ocho alumnos,
a casi 90 cm de distancia entre cada uno de nosotros.

Gurdjieff nos explicó los diferentes roles entre los danzantes, en cada quien, estaba impresa la individualidad de su propio movimiento. El centro
predominante (de los tres centros), dijo, se mostraba en la expresión de estos movimientos.

Uno que recuerdo en particular, era una pose muy difícil que terminaba en una posición del cuerpo reclinara, como la estatua de Canova de
Pauline Borghese. El movimiento implicaba deslizarse suavemente desde una posición erguida hasta reclinarse-muy difícil de lograr-. Pero todos
estábamos intentándolo y repitiéndolo juntos y al mirar los movimientos de los demás, descubríamos que nos ayudábamos. Este deslizarse,
escurrirse y caer sobre el piso en un solo movimiento, nunca que era logrado exitosamente por aquellos alumnos que sentían miedo frente al riesgo
de caerse y lastimarse, y por eso nunca lo podían hacer.

Otro ejercicio que recuerdo, que era danzar como un fauno, sosteniendo una escena las manos, una mano se sostenía más alto que la ultra. Una joven,
recuerdo, solía intentar hacer todos estos movimientos con “belleza” o “gracia”, pero esto no era para nada lo que se pretendía lograr; se trataba
de lograr un control interior.
Y tengo una imagen vívida en mi memoria de un joven que intentó saltar sólo, alrededor de la sala, y que fue llamado con un grito a sentarse y mirar
cómo los demás lo hacían-como una oveja llamada al orden por un perro, reincorporandola al rebaño-.

Gurdjieff formulada los diseños de las danzas y las transmitía al señor Mironoff, a quien conocíamos como nuestro starosta o capataz.
Era él quien, siguiendo las instrucciones de Gurdjieff y a veces sus demostraciones, habiendolas repasado antes con Gurdjieff, actuaba como
nuestro Maestro. Nos ayudaba a regresar a la casa en Auteuil, donde vivíamos y hay allí practicáramos en privado durante el resto del día.

Gurdjieff estaba muy ansioso por llevarnos al escenario del Teatro de Champs-Elysées, pero primero, insistía en el perfeccionamiento.
Él mismo, nos dijo un día, que había aprendido el modo de las danzas de derviches del Este en uno de sus monasterios y, algunas de estas,
tenían que ver con las que nos enseñaba a nosotros. Cada momento era un tremendo esfuerzo para poder lograr ciertas cualidades, para superar
los obstáculos físicos y desarrollar la fuerza de voluntad. Esta manera de danzar ella, ciertamente, muy nueva.

Solía agotarnos por completo, pero aún así debíamos seguir adelante-para recibir y vencer-. Y en cierta manera, estábamos viviendo cómo en un
monasterio. Se nos daba alojamiento y comida, pero no teníamos dinero propio. A cada uno se le daba 50 céntimos por día, que era el costo del
trayecto en tranvía desde la casa hasta el Instituto Dalcroze y el regreso. También, habría que realizar ciertas tareas de mantenimiento en la casa.

Por las noches, todos nos reuníamos para intercambiar con Gurdjieff. Algunas veces, nos hablaba, otras veces nos escuchaba mientras dos de
los alumnos discutían problemas o aspectos de las danzas. Después, nos uníamos y hacíamos preguntas.

Eventualmente, luego de haber vivido de esta manera durante un largo tiempo, algunos de los mejores alumnos fueron seleccionados para formar
un grupo final; y luego de rigurosas prácticas,dieron las demostraciones públicas en París y Nueva York.