Todo el mundo se pregunta en un momento u otro, para qué estamos aquí en la Tierra. La vida
misma no proporciona ninguna explicación satisfactoria. Y sin embargo, tenemos la creencia
innata de que existe un propósito más allá de la mera lucha por la supervivencia y la comodidad,y esto es apoyado por la leyenda esotérica, que da claras e inequívocas respuestas. Dice que el hombre ha sido creado para servir a los niveles superiores del Universo por medio de su participación consciente en las experiencias de la vida. Desgraciadamente esto no sucede así a causa de que el hipnotismo de los acontecimientos persuade a la gente de que ya es plenamente consciente. y de que no necesita hacer ningún esfuerzo especial mas allá de resolver los asuntos diarios de la vida. Así, los niveles más conscientes del Universo suministran influencias para ayudar al hombre a despertar. La palabra operativa es «ayuda». Estas influencias no producen por si mismas ningún despertar. Sólo pueden indicar el modo en que el hombre puede él mismo despertarse, pues esto es parte del plan, siendo esto el único modo en el que puede cumplir su propósito.
El primer paso es tratar de ver por nosotros mismos que no somos conscientes. Hemos de
verificar por la auto-observación que nuestro comportamiento es el de una maquina que responde a la información recibida por los sentidos (llamada por nosotros impresiones). No hay nada malo en esto. No sólo es algo necesario, sino que está muy astutamente organizado. Lo malo es que no haya un control consciente de la máquina. Hallamos por experiencia que no hay una única persona o director a cargo de las operaciones. Nuestro comportamiento está determinado primariamente por asociaciones que han sido adquiridas a lo largo de los años, en parte por la educación y en parte por la experiencia. De entre la vasta biblioteca de asociaciones el cerebro selecciona pequeños grupos relevantes a cada particular tipo de suceso, de modo que estos caerán en categorías ampliamente diferentes. Por ejemplo, las asociaciones involucradas en irse a dormir son obviamente muy distintas de las que tienen que ver con tocar la guitarra.
Ahora bien, cada uno de estos grupos de asociaciones constituye lo que podríamos llamar una
«unidad de comportamiento». Operarán individual y automáticamente cada vez que se reciba un tipo particular de impresión. Pero no nos percatamos de esto y pensamos que somos nosotros quienes hemos iniciado el comportamiento particular. De modo que llamamos «yo» a cada uno de estos pequeños autómatas, pese a que puedan ser bien contradictorios. Un pequeño cambio en las circunstancias puede producir una reacción completamente distinta.